El proceso electoral ha comenzado y en el horizonte político se vislumbran dos alianzas electorales que buscarán hacerse del control del congreso federal. De un lado, tenemos al Partido Acción Nacional, al Partido de la Revolución Democrática y al Partido Revolucionario Institucional, que irán juntos en 160 distritos electorales. Por el otro, se presentan Morena, el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista Mexicano.
El país tiene una larga historia de alianzas y coaliciones políticas de distintas tesituras y para diferentes propósitos, en este tema nadie está inventando el hilo negro; sin embargo, esta es la primera vez que se hace una alianza para competir por el congreso federal.
La circunstancia social, económica y política que atraviesa el país ha hecho posible que partidos otrora irreconciliables, junten sus sellos para aparecer juntos en la boleta electoral. Quedan fuera aquellos partidos que por un falso purismo han optado por hacerse a un lado. Quienes han criticado la alianza PAN, PRI, PRD tienen razón: se trata de una alianza de desechos, es un acto pragmático y desesperado; es la una manera práctica de darle la razón y robustecer la estrategia y la narrativa del presidente: todos contra mí, el PRIAND existe, etcétera.
Del otro lado, tenemos una alianza igual o peor de impresentable. Morena, que de suyo es el basurero político de muchos expriístas, experredistas y expanistas, van de la mano del partido más corrupto que existe en el país. El PVEM sirvió al PAN con Fox, sirvió al peor PRI, el de Peña Nieto, y ahora sirve a López Obrador. Se cuentan en decenas los escándalos y los actos de corrupción de ese nido de rateros que prostituyeron una de las agendas más nobles que puede haber en política. Y qué decir del otro aliado, el PT, una rémora de sistema político mexicano, creación del PRI, para dividir el voto y mantener un cierto control de la agenda de izquierda.
Para la alianza opositora solo existe una vía demostrar que la narrativa del presidente es equivocada y que su apuesta realmente tiene que ver con frenar el ritmo destructor de Morena. Abrir candidaturas a ciudadanos ejemplares, anteponer una agenda legislativa incluyente, representativa, inteligente y realista.
Si la alianza opositora no presenta un modelo distinto de país y una narrativa donde quepan todos, y si además de eso, las candidaturas las encabezan figuras del pasado, le darán al traste al instrumento.
Como nunca antes, en el 2021 México se va a jugar su futuro inmediato. Del lado de la alianza del presidente sabemos lo que va a pasar con el nuevo congreso federal: diputados aprobando todo lo que el presidente les pida. Así han actuado y así seguirán.
De la alianza opositora esperamos una bancada inteligente, una agenda clara y mucha dignidad política. Controlar el legislativo es la posibilidad que tiene el país para que existan contrapesos, para vigilar las acciones del gobierno, para un mejor control del gasto y que exista rendición de cuentas.
Hoy el presidente López Obrador hace lo que le viene en gana y ese simple hecho justifica una alianza que busque restablecer el equilibrio de poderes y la salud republicana.