Política

Simbiogénesis

  • Columna de Francisco Valdés Perezgasga
  • Simbiogénesis
  • Francisco Valdés Perezgasga

Perdón por el tema que puede parecer arcano. No quiero presumir de erudito. Lo que quiero -lo que siempre quiero- es conversar con ustedes sobre la maravilla que es la vida en el planeta Tierra. 

Innumerables veces he hablado aquí sobre la biodiversidad. Sobre como todos -todos- los organismos que compartimos este planeta somos iguales. 

Cada uno somos la punta de un hilo cuyo origen se hunde en el tiempo profundo. En el tiempo donde nos relacionamos unas con otros. 

Nosotros con las cucarachas con las mariposas con los ahuehuetes con los camarones con los microbios.

La vida apareció en nuestro planeta hace poco más, o poco menos, de cuatro mil millones de años. 

Los primeros seres capaces de nacer, alimentarse, reproducirse y quizá deplazarse fueron entes simples que eventualmente se diferenciaron en dos grandes reinos: Archaea y Bacteria. 

De la convivencia y la cooperación entre especies de estos reinos surgieron organismos unicelulares estructuralmente complejos, llamados Eucariontes que se distinguen por tener un núcleo y otros organelos. 

Nuestras células y las de las plantas y hongos son todas Eucariontes, producto de la fusión de aquellas células más simples que nunca desaparecieron y aún existen junto y dentro de nosotros.

Esta teoría de la evolución de la vida se llama simbiogénesis y una de sus más destacadas abanderadas fue una mujer excepcional llamada Lynn Margulis. 

Muchas fábulas edificantes pueden tejerse a partir de sus teorías. 

Que la cooperación, no solo la competencia, ha sido una fuerza fundamental en la evolución de la vida. Que otras especies pueden surgir a partir de que la célula A se comió a la B o la B infectó a la A terminando por derivar un beneficio mutuo. 

Que nuevas especies pueden aparecer mediante la transferencia horizontal de genes y no solo la herencia vertical padre-madre-hijo-hija como postularan Wallace y Darwin. Margulis y la dupla Darwin-Wallace se complementan y nos permiten desentrañar los misterios de la evolución de la vida en la Tierra.

Lynn Margulis y el químico británico James Lovelock desarrollaron la teoría de Gaia (el nombre de la diosa griega de la Tierra) que propone que la biosfera es un sistema activo de control adaptativo que es capaz de mantener al planeta en un estado estable. 

Vista desde el espacio la Tierra puede verse poblada de un gran número de especies, muchas en colaboración con muchas otras. 

El planeta se vería entonces no solo como un sistema en equilibrio dinámico gracias a la vida que aloja, sino como un gran laboratorio simbiótico.

Obvio, nuestra especie está moviendo el barco, sacando a Gaia de su estado estable, extinguiendo a innumerables criaturas grandes y microscópicas y alterando el sistema activo de control adaptativo que también nosotros requerimos para vivir y tener bienestar.

De esta rebelde de la ciencia -hereje la llamarían algunos- hay mucho que aprender para admirar en toda su gloria el misterio que es la vida en la Tierra y admirándola, protegerla.


twitter.com/fvaldesp


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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