La dinámica de los ríos es cosa compleja. La dinámica de cada río reviste una complejidad única.
Cuando Heráclito afirma que “ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos” puede que hablara de la manera en que todos y todas cambiamos, nos reinventamos, avanzamos y retrocedemos.
Pero también habla de esa complejidad fluvial.
El agua corre, se arremolina, da vuelta, se evapora y hace nube y vuelve a caer como lluvia.
Julio Numhauser, compositor chileno expresa esas ideas del flujo en su canción “Todo Cambia”:
Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo / Cambia el clima con los años / Cambia el pastor su rebaño / Y así como todo cambia / Que yo cambie no es extraño.
Es el río pues uno de los símbolos más potentes y eternos del cambio. Los ríos no discurren por el cauce que hoy les vemos.
Al mover sedimentos y depositarlos aguas abajo, van cambiando la orografía, es decir, el relieve de los territorios por los que transita.
Los ríos, unidos a la vegetación cambian el terreno lo que a su vez cambia sus rumbos.
La gran llanura aluvial, la bendita y fértil tierra lagunera es producto de ese devenir milenario del Nazas y del Aguanaval. Algún día los dos ríos estuvieron conectados. Hace milenios el Nazas llegaba al Golfo de México, Río Bravo mediante. La Laguna llegó a ser un vasto lago desde aquí hasta el sur de Chihuahua.
Este pasado de cambios va siendo reconstruido por los trabajos de ictiólogos como Dean Hendrickson y Salvador Contreras y de geólogos como Alexander Szaja.
Es un conocimiento aún con grandes huecos que habrán de llenarse con nuevas generaciones de investigadores.
No sabemos a detalle, por ejemplo, el efecto sobre las presas del Palmito y Las Tórtolas sobre la vida del Cañón de Fernández.
Ni que pasó con los castores o a las grullas blancas que llegaban a sus planicies de inundación.
Los simpáticos castores, por ejemplo, debieron haber tenido un impacto muy profundo en la biodiversidad del Cañón y en la recarga de nuestros acuíferos merced a sus modificaciones del flujo del río.
Hay tantas cosas que no sabemos. Aún así estamos a punto de imponerle al río otra megaobra de gran potencial destructor.
No se puede exagerar el daño que podrá causar la construcción de un acueducto para alimentar a una potabilizadora para sustituir el agua emponzoñada que bebemos por culpa de la sobreexplotación de los acuíferos.
Hay formas de salir de nuestro predicamento que tomen en cuenta a la naturaleza, no que la agredan aún más.
El Cañón de Fernández, la joya de los humedales del Desierto Chihuahuense. Humedal de Importancia Internacional está cerca de sufrir una agresión mayúscula con este megaproyecto de ingeniería civil. Debemos de cambiar el camino.
Hay soluciones basadas en la naturaleza que pueden beneficiarnos a todas las comunidades laguneras, las humanas y las no humanas. Es el momento crítico para sentarnos, reconocernos y hablar.
La imposición grosera de un proyecto dañino sólo nos acercará al abismo.
twitter.com/fvaldesp