Los conservacionistas -aún los ateos- tenemos nuestros lugares sagrados, nuestras tierras prometidas. Para mí, el sitio más importante del planeta es el Cañón de Fernández.
Así debe ser. El lugar más importante del mundo para cada uno debe ser el rincón en el que cada una vive.
Pero hay otros sitios donde nos sentimos energízados, alegres, completos. Incluyo, junto al Cañón de Fernández a Cuatrociénegas y a la Sierra Gorda, donde me encuentro.
La Sierra Gorda es un sitio único en el mundo por varias razones. Contiene en su territorio, que es un tercio del estado de Querétaro, un sinfín de paisajes y ecosistemas.
Fríos bosques de oyameles y pinos. Secos desiertos de sotoles y cardenches. Misteriosos bosques de liquidámberes cobijados de niebla. Fondos de valles con aisladas colonias de antiguas magnolias únicas en el mundo. Cielos azules surcados por ruidosas guacamayas.
Por la noche de Sierra Gorda deambulan los gatos de México, tanto los grandes, como los medianos y los pequeños: el jaguar, el puma, el ocelote, el gato montés, el yaguarundi y el tigrillo o margay.
Por su ubicación geográfica, por su riqueza paisajística y biológica pero sobre todo, por las ciudadanas y ciudadanos que la protegen y que la quieren, la Sierra Gorda es el Corazón de México.
Tengo la fortuna de estar aquí, en este corazón, vivo, verde y diverso.
No de turismo, sino explorando junto muchas compañeras y compañeros, como ser mejores, más activos y más efectivos en el cuidado de nuestra gente, de nuestro país y de nuestro planeta.
Pero sobre todo, estamos buscando como ensanchar nuestro corazón y reafirmar nuestro amor para que nuestra inteligencia, nuestra experiencia y la fuerza de nuestras razones actúen con la intensidad y rapidez que exige esta emergencia planetaria.
Somos todos militantes de la bendita rebelión de la que nos habla Paul Hawken.
Tenemos en nuestro haber no solo el espíritu rebelde sino también la experiencia y la inteligencia pero, sobre todo, un corazón que late con la naturaleza. Somos el corazón de México.