1. Francisco de Roma sigue confortándonos a muchos y confrontándose con otros tantos. En el 25 aniversario de la primera presentación del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), el Papa sostuvo que la pena de muerte es inadmisible y anunció que este tema debería encontrar en el CIC un espacio más adecuado y coherente. Añadió que tal recurso es una medida inhumana que humilla la dignidad personal, y es en sí misma contraria al Evangelio, porque suprimir una vida humana se opone a la voluntad de Dios.
2. Recordemos que en su #2267, el CIC justifica la pena de muerte cuando “esta fuera el único camino posible para defender eficazmente del agresor injusto las vidas humanas”. Además, y en algunos casos como ataques terroristas dirigidos a civiles, la diplomacia vaticana ha admitido la eliminación de francotiradores o terroristas. Se trataría de una especie de legítima defensa, siempre aprobada por la tradición moral católica, al igual que la guerra justa. Sin embargo, todas estas aceptaciones han sido cuestionadas a lo largo de los siglos…
3. … por la distancia que se abre entre una mentalidad legalista y la propuesta evangélica de Jesús. Es cierto que tenemos derecho a defendernos si nos agreden, pero también lo es que la predicación y el ejemplo de Jesús van en otra dirección. Y ese camino es el que, me parece, quiere seguir Francisco de Roma. En muchas ocasiones ha buscado convencernos de que la misericordia debe prevalecer sobre el mero cumplimiento de la ley. Pero una vez más, esta intuición es otra de sus posiciones teológico-pastorales que encuentran rechazo.
4. Por una parte, opositores al Papa argentino cuestionan su capacidad y competencia para modificar cualquier artículo del CIC. Argumentan que ese texto fue ampliamente reflexionado, y su redacción final estuvo a cargo nada más y nada menos que de Josep Ratzinger. Olvidan tales críticos que el CIC no es un dogma de fe en bloque, vamos, ni siquiera una verdad revelada –que tampoco podrá cambiar aunque no sea dogmática–. Es doctrina católica que sí, sí puede cambiarse, buscando adaptación a diferentes circunstancias.
5. También sostienen los clásicos argumentos en favor de mantener la pena de muerte en el CIC: manifestación indeseada, pero necesaria de la legítima defensa a la que tenemos derecho, advertencia disuasiva para otros criminales que pueden merecerla, justo consuelo para afectados por un crimen, prevención de deserciones en los ejércitos, castigo merecido para los delitos capitales y… ¡cuesta menos matar a un criminal que tenerlo en prisión toda la vida! Desde hace siglos no hay razones diferentes a las mencionadas.
6. Pero no consideran estos críticos que ya son muy pocos los países que la mantienen en sus legislaciones, que es cruel en sí misma y representa la derrota de la humanidad –incapaz de corregir–, que crea la macabra profesión del verdugo, que no rehabilita ni representa justicia sino venganza, que posibilita errores judiciales irreparables y que carece de eficacia disuasoria. Desde la perspectiva cristiana, la pena de muerte es un atentado a la voluntad divina, y contradice la predicación y la actuación de Jesús, siempre opuesto a la violencia.
7.Cierre ciclónico. Ayer se celebró el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama. Muchos tenemos amigas y familiares que lo están enfrentando. La enfermedad cada vez se ataca con mejores recursos, pero falta, al menos: socializar la atención de quien lo padece –las mujeres de pocos recursos económicos son más vulnerables–, disminuir el tiempo para el primer encuentro con el especialista, aumentar el número y la capacitación de oncólogos y radiólogos, vencer la desidia y acabar con el “a mí no me va a pasar”.