1. La contingencia se prolonga, y todavía no vemos la luz que presagia el final del túnel. De cualquier manera sabemos que tarde o temprano, con la llegada de la vacuna y de medicamentos capaces de combatir al virus, amanecerá, y despertaremos de esta ya muy larga noche. No faltan las tesis optimistas, confiadas en nuestra capacidad de cambio, y en la posibilidad…
2. … de que, humildes, reconozcamos nuestros errores del pasado para abrirnos a nuevas vías de fraternidad, de respeto a la naturaleza, de atención a los más vulnerables. ¿Qué pasos deberemos dar para alcanzar esos objetivos? Creo que, de entrada, precisaríamos revisar algunos aspectos de nuestra vida diaria, necesitados de análisis y de un eventual cambio.
3. Una de estas modificaciones tiene que ver con nuestro creciente desprecio hacia la incomodidad. Nos hemos acostumbrado, en todos los estratos sociales, a buscar la conveniencia como un objetivo vital. Los avances tecnológicos han facilitado esta aspiración y cada vez batallamos menos para realizar actividades que antes nos costaban más esfuerzos, mayor rigor.
4. No me refiero al legítimo descanso, a la pausa reparadora y reconfortante, sino al rechazo de todo aquello que implica un empeño, una disciplina. Un ejemplo reciente lo vemos con el uso de las mascarillas que buscan proteger nuestros rostros del posible contagio. Varias personas me han dicho que les resulta muy difícil traerlas consigo todo el día.
5. ¿Muy difícil o muy incómodo? Es cierto que afectan nuestra respiración, nos arrojan a la sensación de la asfixia y modifican la locución. Sin embargo, y como se ha repetido hasta la saciedad, su uso junto al lavado de manos y la distancia adecuada en el trato con otras personas son las únicas posibilidades de evitar el contagio. No es difícil usarlas, sino incómodo.
6. Pero como no nos gusta la incomodidad, salvo cuando nos ponemos a dieta o entrenamos para correr un maratón, despreciamos el artefacto. Ojalá que en el futuro, ya cuando no necesitemos usarlo, aceptemos que algunas incomodidades nos pueden beneficiar, para fortalecernos, disciplinarnos. Mientras tanto habrá que seguirnos poniendo el cubrebocas… aunque sea incómodo.
7. Cierre ciclónico. Y dale con el tema. Según estadísticas publicadas este mes por el Ministerio de la Iglesia en Inglaterra –la Anglicana –, en el 2019 abrazaron el sacerdocio más mujeres que varones. También informan que el 54% de las personas que se preparan para ese servicio son damas. ¿Y en la Católica? Aunque el 65% son mujeres, ninguna puede ser sacerdotisa.