Vivir de regreso en casa, recobrar su ritmo de vida, redescubrir sus símbolos, tanto en el diario vivir como en el sentir nacional, el cual baja por los medios de comunicación a una ciudad que se sabe perteneciente a un país, pero que, como todas las ciudades del mundo, constituye su propio universo, es una experiencia restaurativa.
Creo que no me equivoco al decir que gran parte de la satisfacción de una persona viene de vivir la ciudad: la belleza de sus mañanas, transportándose en sistema público o en auto, y, más que nada, su comida. Hablemos de los días de trabajo.
En Torreón, la gente se entrega al ritual de comer diversas creaciones culinarias (de las cuales nos podría hablar con precisión Jaime Muñoz Vargas), entre las que resalta la gordita: un disco grueso y cocido de harina, ya sea de maíz o de trigo, que es convertido en una bolsa, en la cual se coloca comida, cuando es vulnerado por un costado.
Hay tantas gorditas como guisados existan. Por esto es fácil aceptar que la fórmula simple de la gordita —tan latinoamericana— echa a andar una ciudad entera.
El tráfico del medio día y el de más tarde, al atardecer y finalizar la jornada de trabajo, está relacionado con la comida y, asimismo, con el deseo de estar afuera, de hacer suyo un espacio público. Hace apenas un sexenio, la vida urbana era un peligro en la Laguna, porque la obligación laboral, familiar y existencial coexistía con la violencia, y no con la voluntad.
Sería importante reconocer la manera en que estos habitantes se han repuesto al dolor y a la muerte que dejaron aquellos años aciagos. Por unas semanas, volví a ocupar mi lugar y a desempeñar mi papel de mañana a noche en la ciudad que me vio nacer y crecer. A lo largo de mis días en los Estados Unidos he conocido personas que sueñan con un sol a determinada hora, un sabor específico, una fuente, una esquina, una procesión nocturna.
Así se vive aquí y del otro lado de la frontera. Al regresar el mundo de la utopía (de la imaginación), gradezco entonces mi oportunidad, pues me gustaría pensar que la posibilidad de uno es la probabilidad de todos.
