Cultura

Noticias de un imperio: la loca de la casa

  • 30-30
  • Noticias de un imperio: la loca de la casa
  • Fernando Fabio Sánchez

Ella es María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Ella es María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia-Coburgo y Rey de Bélgica, esposa de Fernando Maximiliano José, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Conde de Habsburgo, Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del Mundo.

Él mandó construir para ella, a la orilla del Adriático, un palacio blanco que miraba al mar, y otro día la llevó a México a vivir en un castillo gris que miraba al valle y a los volcanes cubiertos de nieve, y que una mañana de junio de hace muchos años murió fusilado en la ciudad de Querétaro.

Ella es Carlota Amelia, la loca de la casa, que se instaló en las habitaciones de un palacio interior, a la orilla de ningún mar, y vivió allí hasta que Fernando del Paso, en 1986 finalmente, le dio palabras para que habitara la locura de su imaginación.

Es ella, Carlota, quien fue pintada por Franz Xavier Winterhalter en Europa antes de su viaje a América, y luego fue fotografiada por el francés François Aubert en su castillo en México cuando su rostro ya se había liberado, quizá, de su primera juventud.

Es ella, mamá Carlota, quien al salir de México —decían— estaba embarazada y su locura era esa, precisamente, el amor y la soledad, un niño o una niña que existió y que fue oculto para nunca ser, hermano de ese otro niño que dio a luz la esposa de un jardinero, gemelo de otro affair imperial.

Carlota del Paso, mexicana, raíz de una arteria en el corazón del otro Fernando, y que vivió en su prisión de 60 años, en un presente inalterado mientras todo lo demás en el exterior, inevitablemente, buscaba su propio destino.

Sólo ella, Carlota, hija de sus propios sueños, amante de un cuerpo embalsamado, sobrevivió a cada uno de los mexicanos y europeos que, como ella, encontraban el mismo sentido de la historia y pelearon de un lado y del otro en esa guerra sin fin.

Murió Juárez, Santa Anna y Porfirio Díaz; murió Napoleón III, la princesa Salm Salm y Winterhalter. Murió Pancho Villa, empezó la Primera Guerra Mundial y Freud, Marx y Nietzsche habían ya revolucionado al mundo.

Yo leo, en el último capítulo de Noticias del imperio, que ella dice que Franz Wedekind escribió para ella Despertar de Primavera, y Rubén Darío los Cantos de Vida y Esperanza, y que Rodín le dedicó El Beso y Joyce el monólogo de Molly Bloom.

Queda en el libro sólo una página; doy la vuelta. Leo sus últimas palabras en el castillo de Bouchout en 1927:

“Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, Princesa de la Nada y del Vacío, Soberana de la Espuma y de los Sueños, Reina de la Quimera y del Olvido, Emperatriz de la Mentira.”

Entonces mis ojos recorren las últimas líneas. Sentí que algo, quizá como un amor, había muerto en mí y que, como ella, se había vuelto eterno en la memoria como una tierna melancolía. 

Así son los grandes manuscritos, la época entera que narró, el sueño extraño de un espíritu.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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