Como lo sabemos ya, el año de Venus dura 584 días terrestres.
No obstante, su trayectoria, vista desde la Tierra, es diferente a la de Marte y a la de los gigantes Júpiter y Saturno.
Estos planetas recorren la elíptica, de oriente a poniente, durante la noche. Pero Venus solo es visible o por las mañanas, o por las tardes. Nunca se le puede ver el mismo día en los dos horarios.
El planeta o es matutino, o es vespertino.
Como sabemos también, el astro acompaña el amanecer durante 263 días. Luego desaparece por 50 días.
Pero al final de este periodo, se hace presente al atardecer por otros 263 días. Luego se va por una semana y resurge en el lado opuesto como el lucero de la mañana.
Este ciclo dura los 584 días del año venusino, con la precisión de un reloj.
Sorprendentemente, Venus no solo posee esta cualidad dual, sino que atraviesa por fases como la Luna.
A simple vista, con nuestros ojos acostumbrados a teléfonos y televisores y, quizá, a los rostros cercanos de familiares y amigos, no reconocemos que la intensidad del astro cambia y que mengua como la fortuna.
Es verdad que Venus es el tercer objeto celeste más brillante, pero si lo viéramos por un telescopio o unos binoculares, encontraríamos que el planeta es una microluna, a veces con cuernos, o con apariencia de media naranja, o completamente lleno.
Estos cambios ocurren durante su viaje de 584 días y se deben a que Venus, desde nuestra perspectiva, está a veces frente al Sol, o a un lado, o atrás. Así, la cantidad de luz que refleja no siempre es la misma.
Es posible que algunas civilizaciones antiguas vieron en el astro un espejo de la experiencia femenina, por su naturaleza dual y las variaciones de su energía, y le dieron el nombre de Venus, como si atravesara por ciclos vitales.
En cambio, nuestros ancestros mexicas vieron en Venus una entidad masculina.
Asimismo, se concentraron solo en el aspecto dual de la mañana y de la tarde y, como indican los astrónomos modernos, es posible que hayan pensado en el inicio que eran dos entidades distintas, hasta que tras años de observación concluyeron que se trataba del mismo cuerpo celeste.
De esta manera, colocaron en el cielo el mito de dos hermanos gemelos, Quetzalcóatl y Xólotl, siendo el primero el lucero de la mañana y el segundo, la estrella de la tarde.
El primero es representado como una serpiente emplumada: es varios animales a la vez.
El segundo también posee la cualidad de lo múltiple, aunque no de forma simultánea.
Xólotl es, consecutivamente, maíz, maguey y ajolote. Y es, además, perro.
¿Qué representan estos dioses y cuál es su historia? Exploremos los mitos y leyendas de los gemelos de la luz en las siguientes entregas.