El futuro no existe (todavía). Es una afirmación del sentido común.
La mecánica clásica propone lo contrario, aunque en este momento no abordaremos esas ideas.
Por otro lado, la mecánica cuántica afirma lo que nuestros sentidos sienten: el futuro no existe.
Extraemos tal conclusión del experimento de la doble rendija: el fotón que viaja en el espacio es una onda y colapsa y se comporta como una partícula cuando una consciencia lo percibe y lo mide.
El futuro (el fotón) permanece en un estado de indeterminación hasta que es apresado. Así es el porvenir.
Hace años circularon por allí un libro y una película que prometían la revelación de un secreto, mismo que no era más que la interpretación extravagante de las propuestas de Niels Bohr y otros que hemos estudiado en entregas anteriores.
El secreto consistía en que la persona visualizara su futuro más deseado, un futuro que casi siempre tenía que ver con casas lujosas, coches último modelo y dinero y más dinero.
Prometían los ideólogos del secreto que la visualización era la clave para crear ese futuro de abundancia, un proceso análogo al instante en que el observador percibe la onda y “provoca” que se convierta en partícula.
Aseguraban que, dado que la consciencia humana “produce la realidad”, uno mismo puede atraer el dinero y el éxito, pues no son más que formas específicas de la energía que constituye el universo.
Es como si la energía tuviera consciencia y decidiera manifestarse en forma de dinero y muchos bienes para premiar a quienes conocen sus secretos.
El punto es que estos “con artists” (o cuenteros) o modernos alquimistas no hablaban del cómo llegar al supuesto éxito, ni de merecimientos, ni de ética, ni de consecuencias.
No hay duda de que estas creencias pueden producir fuego en una mente con ambiciones materiales y, sobre todo, acelerar los motores del capitalismo, promoviendo el consumo, la explotación y el deseo de poseer.
La declaración implícita es que el universo es intrínsecamente capitalista, naturalizando un modo de desarrollo sobre otros.
En otras palabras, el llamado secreto era otra forma de propaganda.
Ahora sabemos que este tipo de pensamiento ha causado graves problemas en el mundo.
El más grave de ellos sería el calentamiento global.
Pero, el futuro no existe y, por lo mismo, podemos hacer de él lo que queramos, podrían argüir algunos. Es parte de nuestra libertad, añadirían.
¿Hay límites establecidos en nuestro viaje hacia futuro? Hablemos de esos límites físicos y éticos en las siguientes entregas.
