Los físicos cuánticos entraron en el campo de lo espiritual, lo esotérico, de las fuerzas del más allá, tal como leímos en la columna de la semana pasada.
Existe un mundo que los ojos no alcanzan a comprender. Existen dimensiones distintas, múltiples e invisibles, a las cuales no tenemos acceso.
Solo podemos entrar por medio de teorías, basadas en la experimentación.
Y la piedra angular sería el experimento de Thomas Young de 1801, llamado “de la doble rendija”.
Los físicos dirían más tarde que la consciencia es una parte fundamental de tal experimento.
Propondrían que la consciencia del observador determina el resultado; es decir, que construye la realidad.
Pero parece que la realidad podría ser todavía más compleja.
El físico húngaro Eugene Wigner modificó, en 1961, el experimento inicial de Young.
Wigner propuso el siguiente escenario: un amigo realiza el experimento de la doble rendija en el interior de un laboratorio y hace mediciones.
En el exterior, otro amigo observa el laboratorio y, en su mente, realiza el experimento que el otro está llevando a cabo en el interior.
El amigo externo no conoce el resultado, pero teóricamente predice las posibilidades que son, de alguna manera, infinitas.
Luego los dos amigos hablan y el amigo del interior comparte los resultados.
En ese momento, una sola medición prevalece. Los cálculos del amigo en el exterior colapsan.
Pero ¿es así? ¿Cuándo ocurrió tal hecho? ¿Cuando el amigo hizo la medición momentos antes? ¿O cuando la información sobre el experimento entró en la consciencia del amigo en el exterior?
Aquí hay un problema, ya que los dos amigos reconocieron la medición en dos momentos distintos.
Wigner demuestra en este experimento mental que existe la superposición de dos realidades distintas: la realidad de los resultados que imaginó el amigo en el exterior y que cambió luego y la realidad del amigo con un solo resultado en el interior del laboratorio.
En otras palabras, ¿es la realidad que experimentamos (digamos nosotros) durante un atardecer la misma realidad que conoce otro ser humano cuando la narramos posteriormente?
¿Es posible la sincronía absoluta de dos consciencias que perciben un mismo hecho?
¿O es que existen tantas realidades como hay consciencias en el mundo? ¿Es esa la causa de nuestro desajuste con los demás?
Oh, gran paradoja. Quién o qué podrá darnos consuelo en tan grave y profundo desencuentro.
Pero sigamos avanzando con ánimo en este campo, carretera, laberinto, estimado lector.