Ovidio abre su poema llamado “Las Metamorfosis”:
Hablo de las historias de aquellos cuerpos que cambiaron de forma.
Oh, dioses, inspiren esta gesta (ya que ustedes iniciaron esa transformación también) y otórguenme el poema que va desde el principio del tiempo hasta nuestra era.
Orígenes del mundo
Antes de la tierra, el océano y el cielo inabarcable, la naturaleza era una a lo largo del universo. Caos era su nombre: una masa cruda e indiferenciada.
Nada más que un bulto, la concentración de unas semillas discordantes de entidades inconexas.
No había un sol que diera luz al mundo, ni luna que retocara sus cuernos en la noche.
La tierra aún no estaba anidada en el espacio, en equilibrio con su propio peso.
Sí, había tierra alrededor, y mar y aire. Aunque era una tierra en que era imposible caminar. Los mares no eran navegables y el aire tan delgado que ninguna forma podía permanecer.
Los elementos se estorbaban. En un mismo cuerpo el frío estaba en guerra con el calor, lo mojado con lo seco, lo duro con lo blando, y lo ligero con lo pesado.
Un dios, o una naturaleza más alta, resolvió este conflicto, separando la tierra del cielo, el mar de la tierra, y el cielo puro de la atmósfera más densa.
Luego de haber labrado estas formas de la masa turbia, el dios buscó la armonía entre cada uno.
La energía ardiente y sin peso del cielo apuntó al cenit y allí se estableció.
Después se hallaba el aire. Al final la tierra atrajo los elementos más pesados, comprimiéndose con su propio peso. Los mares fluyeron en sus márgenes, confirmando el sólido estado del orbe.
Entonces las estrellas brillaron, liberándose del negro vapor que las rodeaba.
Y así no hubo región sin creaturas vivientes, constelaciones y la forma de los dioses en el cielo. El océano se llenó de peces. La tierra se convirtió en un reino salvaje, y el aire rebosó de pájaros.
Pese a todo, faltaba aún una creatura excelente, con una mente superior; una creatura que pudiera gobernar a las demás.
Los seres humanos nacieron de esta manera.
Prometeo mezcló tierra con lluvia, arrojando semillas inmortales.
Su imagen era la misma de los dioses, y por eso, mientras todas las creaturas miran al suelo, solo al ser humano le fue dado levantar la cabeza, pues los dioses le dieron un rostro y le asignaron la tarea de buscar las estrellas.
Así la Tierra, que antes era infecunda y parecía un desierto sin contornos, se transformó y se llenó de figuras humanas, desconocidas hasta ese día.
*Traducción y selección personal de “Metamorphoses”: Ovidio (Hackett; trad. Stanley Lombardo).