El análisis geoespacial del delito es una herramienta que se utiliza en ciencias de la seguridad y que implica la utilización de tecnología especializada para mapear la ubicación y distribución de incidentes criminales.
Consiste en asociar coordenadas geográficas precisas a eventos delictivos reportados, lo que permite visualizar y analizar patrones espaciales y temporales de crímenes en un área determinada.
Al emplear herramientas de georreferenciación, como sistemas de información geográfica (SIG) o software de análisis espacial, es posible identificar áreas de alta incidencia delictiva, detectar tendencias, asignar recursos de manera efectiva y diseñar estrategias de prevención y respuesta precisa.
Además, la georreferenciación de delitos puede integrarse con otros conjuntos de datos, como información demográfica, socioeconómica o ambiental, para obtener una comprensión más completa de los factores que influyen en la criminalidad en una determinada área.
Para acercarse a este tema es imprescindible retomar el libro Geographic Profiling (2000) de Kim Rossmo quien introduce conceptos clave sobre cómo los patrones de comportamiento de un criminal pueden revelarse a través de la geografía de sus actividades delictivas. Otro documento obligado es Mapping Murder:
The Secrets of Geographical Profiling (2003) donde David Canter ofrece ejemplos de casos reales en los que el perfilado geográfico ha sido utilizado con éxito para resolver crímenes, destacando cómo esta técnica puede ayudar a las y los especialistas a identificar áreas de interés y reducir el número de sospechosos potenciales.
El uso de la herramienta geoespacial, en términos de delito, por parte de las corporaciones de seguridad es fundamental para mejorar la eficacia en la prevención y la lucha contra el crimen.
Proporciona una visión detallada de los patrones espaciotemporales del crimen en un área determinada, lo que permite identificar áreas de alta incidencia delictiva, detectar tendencias y asignar recursos de manera efectiva y focalizada.