Del enojo al odio hay mucha brecha. El primero puede justificarse, el segundo ni en broma, es irracional.
La Real Academia de la Lengua Española juega siempre el papel de mediador o es quien da el voto de calidad.
El enojo, dice el Consejo Jedi de la lengua, es el "movimiento del ánimo que suscita ira contra alguien", es "molestia, pesar, trabajo", es "agravio (ofensa)". El odio, por otro lado, es "antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea", pero ¿bajo qué justificación?
Algunos andan muy sensibles por las actuales campañas políticas en México, sobre todo aquellos que ven en sus candidatos una lejana posibilidad de triunfo con un Andrés Manuel López Obrador que sigue a la cabeza.
Pero esta sensibilidad no se queda ahí. Hay un sector de la población que además de vivir la decepción por la inminente derrota de su candidato o candidata, no acepta bajo ningún argumento ni antecedente histórico que el presidente de este país pueda ser López Obrador.
Las expresiones de frustración aumentan con signos de odio marcados. Lo atractivo, como estudio antropológico, es que este sentimiento provenga de algunos miembros de las clases sociales que "mejor han vivido" en las últimas décadas por una suerte de miedo a perder lo que tienen por muy ilusorio que sea.
No hablo del selecto grupo empresarial beneficiado por su cercanía con el poder y que pudieran sentirse amenazados por quien ha prometido ordenar la casa. Me refiero a una parte de la clase media y media alta que, además de ser el grupo cautivo en la obligación tributaria, paga el doble ante las deficiencias del Estado: seguridad, salud, educación, transporte público.
¿Y qué hay de los famosos "Godínez" que forman parte de este sector social? Esos que con sarcasmo se autonombran así por ser la clase trabajadora ejecutiva, con un perfil casi colorido de horarios precisos y rutinas marcadas. ¿Por qué esas expresiones de odio en las redes ante el posible triunfo de López Obrador? ¿A qué le temen? ¿A que les arrebaten los pasteles de cumpleaños con Sabritones y Fanta al mediodía? ¿No tendría que ser el grupo ávido de una transformación en las políticas públicas para ver reflejados sus impuestos?
¿A qué le temes México?
Hay millones de mexicanos enojados ante la decepción histórica de una línea política marcada, con discursos idénticos de promesas vacías. Este enojo puede ser justificado pero, ¿el odio a quienes buscan terminar con los abusos? Confundir enojo con odio es arriesgado. El odio es el sentimiento que disfraza al engaño, que justifica al miedo. Es falta de información. Es pereza cívica.
Twitter: @FApulido