No hay enemigo más severo para Andrés Manuel López Obrador, que Andrés Manuel López Obrador.
Construyo esta idea desde el 2006, cuando cuenta con una amplia ventaja gracias a un Felipe Calderón desconocido; al cierre de un sexenio marcado por el tráfico de influencias, la corrupción y el influyentismo de Vincente Fox, y a la carrera del propio tabasqueño desde la zona indígena de Tabasco hasta la jefatura del Distrito Federal y que, a pesar de todo esto, las consecuencias de su personalidad libre, lo empujan (al final) a un estrecho margen en la tendencia electoral.
Andrés Manuel López Obrador no es el candidato idóneo para quienes nos dedicamos al marketing político. No lo es, porque no se permite moldear. No es el perfil común a quien le trazas qué decir y qué no. Y esto que debiera ser una ventaja como servidor público, es una monserga en épocas de campaña.
Esta personalidad libre de la que hablo (que si usted traduce como "autoritarismo" es porque ha sido víctima de la guerra sucia), no le permite dibujar límites en sus declaraciones. Esta transparencia de la que tanto presume no siempre favorece, ¡qué ironía! Y es su sólida convicción de no traicionar a la persona que es, la que hace que Andrés Manuel le regale armas a sus adversarios.
Cinco empresarios, entre ellos Claudio X. González, Alejandro Ramírez y Germán Larrea, le reclaman hoy a AMLO por ubicarlos en una presunta reunión con el candidato del PAN para buscar alianza con Enrique Peña Nieto. Y si en efecto se ha llevado a cabo esta reunión, si acaso en este país, Dios no lo quiera, un grupo de empresarios se hubiera reunido con algún candidato o con el propio presidente para asegurar su cercanía con el poder, si tal vez hubiera sucedido en México, ¿habría la necesidad de que el candidato puntero lo denunciara? ¡Y justo en una elección prácticamente definida? No. No la habría. Pero Andrés Manuel tiene que hacerlo; si la fuente es sólida aunque no pueda comprobarlo, tiene que denunciarlo. Y es aquí donde Andrés Manuel se convierte en el enemigo de Andrés Manuel.
Por supuesto que esto se ha convertido ya en artillería para Ricardo Anaya: "¡Regresó el López Obrador violento!". Y pongamos atención a las palabras, es marketing político, sobre todo a la palabra "violento". ¿Violento? ¿Es violento decir que cinco empresarios quieren influir en la elección de un país? No, en campaña es imprudente, sólo eso.
Ahora Anaya se rasga las vestiduras, aprovecha la oportunidad que le da AMLO: "Es una amenaza para la inversión al agredir a quienes generan empleos". Y su declaración toma fuerza cuando no existen pruebas de tal reunión y algo tan grave como el delito de influir en una elección, que ha pasado antes cual marca registrada en México (para seguir con el tono empresarial), pasa desapercibida para convertirse en un charpe más hacia el denunciante, o sea, hacia Andrés Manuel.
Bien lo dice el creador de la campaña "un peligro para México", Antonio Solá, cuando afirma que ni Calderón ni Peña ganaron las pasadas elecciones: "lo que pasó fue que Andrés Manuel, perdió". Y el escenario podría repetirse por tercera vez si AMLO se deja vencer por AMLO.
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