La política española de los últimos tiempos sigue dando mucho de qué hablar. Más aun por estas tierras mesoamericanas porque, con todo y las grandes diferencias entre países en dos distintos continentes, con desarrollos históricos alrededor tan discrepantes, como pueden ser la Unión Europea frente al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, hay sin embargo circunstancias de raíz que permiten ver como comparables las evoluciones sociales, económicas y políticas de ambas formaciones nacionales, que tuvieron mucho en común.
Uno de los paralelismos que saltan a la vista (reiterando: en medio de las grandes diferencias) es la evolución (o involución) sufrida por los muy relativos bipartidismos a ambos lados del Atlántico: la balanza PP-PSOE de aquel lado y la del PRI-PAN por aquí.
Cómo en ambos casos la organización presentada a los electores como progresista y de “izquierda” acabó igualmente arrollada por la marea global del neoliberalismo de los tres-cuatro últimos decenios.
De aquel lado, vean los desfiguros de Felipe González, el joven de entonces que tanta ilusión causaba con el socialismo obrero español. De este lado, para no entrar mucho en detalles, vean qué le pasó a la erre del PRI desde Salinas para aquí; y después qué le pasó al PRD desde su incorporación al Pacto por México y a las grandes decisiones legislativas “actualizando” la Constitución de 1917, hoy malherida.
También tiene algo de paralelismo el súbito surgimiento de nuevas organizaciones partidarias más allá de los partidos de más antiguo registro: Podemos y Ciudadanos han capitalizado en España, de manera evidente, la voluntad de electores que tradicionalmente votaban por PSOE y Partido Popular, y los han pasado a segundo término.
De este lado del charco las encuestas recientes dejan ver con nitidez cómo se ha desfondado el apoyo ciudadano hacia los partidos de registro clásico. Aunque ahora se camufle con rebozo de teatro la aspiración de la cómplice conyugal de la más homicida de las decisiones presidenciales.
Hace tres meses, los días 29 y 30 de noviembre más el 1 de diciembre se llevó a cabo en la Ciudad de México la Conferencia Internacional sobre Movimientos Progresistas y Ciudadanos de América Latina y Europa, que fue convocada por la Fundación Friedrich Ebert de la Socialdemocracia alemana, y la Fundación Lázaro Cárdenas, creada en los Estatutos de Movimiento Ciudadano.
A dicha conferencia asistieron diversos dirigentes juveniles y femeniles de varios países, España incluida. Destacó la presencia del que hasta días antes era el Secretario General del Partido Socialista Obrero Español: Pedro Sánchez.
El joven político sorprendió a los asistentes, en su mayoría universitarios de diversos lugares de la República Mexicana, por su presentación severamente autocrítica. Actitud confirmada por la joven Senadora de Navarra, Idoia Villanueva, del nuevo partido Podemos, que indudablemente ha recibido muchos votos de electores desencantados con el PSOE.
La autocrítica franca de Pedro Sánchez no ha quedado en lamentación. En estos momentos el PSOE está activamente replanteando sus programas socialdemócratas bajo la conducción de un respetable hombre público.
De Deusto, la universidad jesuita de Bilbao, está surgiendo el rescate doctrinario y el replanteo del plan de acción de la socialdemocracia del PSOE. Manuel Escudero, ex-director en Deusto, figura histórica de la socialdemocracia en el Estado Español, es el autor de la propuesta económica de Pedro Sánchez. Ha sido asesor especial de la oficina del Global Compact de Naciones Unidas.
Dice Escudero: “Porque llevo al PSOE en el corazón y este es el momento oportuno para trabajar en un cambio de rumbo de la socialdemocracia”. Hace memoria autocrítica: en 2000 “ya empezábamos a tener la penetración de la ideología neoliberal”.
Le pregunta la entrevistadora por las razones del declive de la socialdemocracia. Contesta sin rodeos: “La razón fundamental es que la socialdemocracia, acostumbrada como estaba a gobernar, siguió igual, sin darse cuenta o sin querer darse cuenta, de que el capitalismo había cambiado. El capitalismo que en los años 60 estaba dispuesto a posibilitar el gasto público suficiente para corregir las desigualdades”.
Añade duro: “La socialdemocracia ha hablado más de mercado que de democracia. La tarea del socialismo español es reconstruir el binomio democracia-justicia social”.
Es este lado del mar pensamos que también aquí hay lecciones que aprender. Sin rebozos de camuflaje.
Hasta en Davos, el club de los ricos más poderosos, hay ahora filtraciones. Según ésas, también ahí están preocupados sobre cómo se ha estrangulado el mercado mundial por la despiadada explotación de los trabajadores.
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