Resulta oportuno retomar aquí, actualizadas, algunas reflexiones hechas en ocasiones electorales anteriores.
Para tranquilidad de los ecologistas, todo parece indicar que los mapaches no son, hoy por hoy, especie en extinción por estas tierras mesoamericanas.
Pero el tema central, para estas fechas, es de oferta y demanda. La compra de votos prospera porque hay ingenuos que venden. Las tarjetas, despensas, tinacos y otros instrumentos comerciales de temporada, brotan ahora porque los ofertantes de tales productos están convencidos de que hay compradores; o al revés: los ávidos compradores de la voluntad ciudadana están convencidos de que hay vendedores ingenuos que no valoran su poder soberano, incluso llegan a sentirse obligados a cumplir su compromiso en el secreto de la mampara.
Al Norte: en el subconsciente de la sociedad norteamericana “la ley y el orden” están por encima de la ciudadanía; y ya saben quién define la ley y el orden en la fondocracia.
En estas tierras tenemos jueces y empresarios que ya se convencieron de que así debe ser: que la ley es una entelequia divina superior a los gobernados; y no originaria de nuestra voluntad de común acuerdo.
Ciudadanos y ciudadanas, para quienes las lecciones de civismo pasaron sin ver, porque lo importante era la prueba de PISA, valoran ahora su poder ciudadano tanto como Esaú valoró su primogenitura: vendida a su hermano menor Jacob por un plato de lentejas “porque tenía hambre”.
La disparatada transacción ocurrió según el relato bíblico, engañando a su padre… y con la complicidad de su madre. Para quienes pertenecen a la mayoría nacional que tuvo la obligación infantil de acudir al catecismo esta lección queda imborrable.
La soberanía popular, investida de manera individual, es la verdadera primogenitura de este siglo XXI en esta legal república. Se sigue comprando y vendiendo a precio de ganga.
En ocasiones anteriores del ejercicio electoral hemos visto cómo, de manera inocultable, millones de mexicanas y mexicanos en edad de votar han estado dispuestos a venderla barata. Las clases de civismo en estos últimos 40 años no han dejado mucha huella.
Por lo demás, la verdadera novedad para este 2021 es el desfonde de los partidos políticos como cauces y plataformas de la voluntad soberana de los ciudadanos y ciudadanas.
Ellas sí tienen claro su programa cívico: que las dejen vivir, que sean tratadas y respetadas como seres humanos con derecho. También reclaman y exigen que no les maten a sus hijos.
Los partidos de viejo registro no saben qué ofrecer en sus programas; sólo saben lo que no quieren; no quieren la regeneración nacional, no quieren que Pemex vuelva a ser la palanca del desarrollo económico y social, que logró crecimiento económico sostenido, y distributivo a las mayorías, de más de seis por ciento anual sostenido por 40 años seguidos.
Es lamentable que su gran acuerdo nacional se reduzca a ALTO.
El alto es también a un programa de gobierno nacional dado a conocer a la ciudadanía soberana desde 2006 y 2012, y que en 2018 obtuvo un aplastante respaldo ciudadano para seis años. Así es la ley y el orden.