En 2016, la ONU declaró el 2019 como el año internacional de las Lenguas Indígenas. El objetivo es “sensibilizar a la sociedad para que reconozcan, aprecien y valoren” su contribución en la cultura de los países.
Hay países, sobre todo en la Europa norte, donde su reconocimiento cultural es palpable, casi intacto en su entorno moderno, sin embargo y en lo general, la globalización ha ido segmentando la sociedad, y el sector más afectado es la población indígena.
En México, como en muchas partes de Latinoamérica, el término “indio” es utilizado como sinónimo de indígena, y el primero a su vez, como adjetivo despectivo, discriminando ignorancia, elitizando el color de la piel, refiriendo la pobreza.
Recientemente, participé junto a otros tantos mexicanos, un diplomado del INBAL que nos acercó aún más a la conciencia a escritores, lingüistas, estudiosos, todos emanados de los pueblos originarios mexicanos.
Desde el inicio el mensaje es el RESPETO a los pueblos indígenas, no un proteccionismo colonizador, sino la comprensión de la visión y sentimiento de estas comunidades, entender que los pueblos indígenas no son un museo humano o una romántica creencia de cómo debieran ser y vivir.
Se ha confundido el indigenismo con una intervención paternalista que succiona el poder de decisión de la forma de vida de los pueblos, determinando su dirección evolutiva, lo que a la larga, es también un sentido de discriminación indirecta por parte del sistema social.
Los pueblos indígenas no son un objeto de culto, sino una sección de la población que merece la autonomía por tener su propia lengua, costumbres, religión, sin privarles de la posibilidad de la modernización, urbanización, incluso de la evolución natural que les permite la coexistencia en un entorno globalizado.
Imaginen sus valores llegando de forma objetiva hacia la población “normal” para entender y adquirir la cosmovisión de los pueblos originarios en un intercambio natural, sin embargo, e irónicamente, en las políticas públicas hacia ellos, no intervienen los indígenas.
El respeto a los pueblos originarios comúnmente es un discurso político, un mensaje doble moralista, una intromisión salvaje, un polarizador social, una fotografía hipócrita en Instagram. _