Para que Morena pudiera tener el poder, tuvo que vender, de cierta manera e hipotéticamente hablando, “su alma al diablo”. Sistemáticamente abrió sus… puertas al público-político en general, y todos pudieron entrar, como al arca que Noé construyó ante el diluvio.
Esta purificación política fue un gran acierto político para llegar, pero esa podría ser también la puerta de salida, y conocían el riesgo de que así como llegaron podrían irse.
En Ciudad Madero hay un ejemplo claro: el alcalde Adrián Oseguera abiertamente opera en apoyo al candidato del PT, el ex verdeecolgista y “príncipe” del sindicato del ayuntamiento maderense Azael Portillo, porque la señora Bertha Sánchez no era su ‘gallo’ (o galle o gallina, ‘sustantive’ usted), o no lo tomaron en cuenta, o porque es mujer, sabrá usted.
El proyecto político parece no ser en este momento la opción, si no la demostración de poder del grupo local.
¿Es esto la interpretación de un rompimiento con la 4T? O es precisamente mostrar el músculo y saberse confiando que desde el lopezobradorismo hay un perdón permanente porque el objetivo de Morena es otro y mayúsculo.
Inclusive el aparente llamado de atención de la líder nacional del partido, doña Citlali Ibáñez Camacho… bueno, Yeidckol Polevnsky, en la última visita que hizo al sur de Tamaulipas, no significó la reconciliación o o la reflexión de la emancipación de Oseguera.
Es entonces la purificación, el perdón morenista, una carta abierta para operar de formas alternas, incluso por momentos, contra el sistema que intenta fijarse, enfrentando directamente en las formas que se permitieron para lograr el 2018.
Si las puertas y la purificación permanecen abiertas, pues pecarán (políticamente hablando)... aunque el beneficiado sea “la quinita” del PAN.
En Tamaulipas, Morena no obtuvo un triunfo de cascada como sí ocurrió en otros estados, así que lo ganado en parcialidades se percibe por sus figuras locales como un triunfo independiente, y precisamente esa borrachera triunfalista pudiera explicar el desabrigo a la candidata de Morena en Madero.
Dijera el buen Pompín Iglesias: “¡Qué bonita familia!”
La familia disfuncional de
Morena.