Permítame, presidente Trump, citar a Jonathan Swift y hacerle “una modesta proposición”. Soy solo un ciudadano mexicano que por haber vivido la guerra en Centroamérica, en Colombia, en el golfo Pérsico, en Los Balcanes sabe que nada se resuelve con las armas, por más letales que éstas sean o por más inteligentes que parezcan.
Decía el poeta español Gabriel Celaya que “cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte se dicen las verdades, las bárbaras, terribles, dolorosas crueldades” y yo con ese aval y desde ese dolor le escribo.
Nunca quise que la violencia criminal se desatara en mi patria. Condené entonces y aún lo sigo haciendo a Felipe Calderón por imponernos una guerra en la que a México tocaría poner los muertos, mientras Estados Unidos ponía los dólares y las armas.
No logramos entonces frenarlo. Los medios de comunicación que callaron ante el fraude electoral de 2006 avalaron la matanza. Cualquiera desata una guerra, pararla en cambio —y eso usted lo sabe— no es fácil para nadie. Una vez cebadas en sangre, es casi imposible hacer entrar en razón a las partes beligerantes.
Desde 2018, cuando pacífica y democráticamente una amplísima mayoría ciudadana puso fin a un régimen corrupto en el que gobernantes venales y capos del narcotráfico eran dos caras de la misma moneda, las y los mexicanos estamos empeñados en construir la paz.
Bajo la presidencia de Andrés Manuel López Obrador primero y de Claudia Sheinbaum Pardo ahora comenzó a disputarse al narco —por primera vez— la base social. Usted sabe muy bien que sin ganar “mentes y corazones” es imposible vencer.
Atraer a las y los jóvenes con oportunidades de estudio y de trabajo, becar a las y los niños, pensionar a los ancianos, dar trabajo a los campesinos pobres, combatir las violencias contra la mujer, explicar a la población las consecuencias de la adicción a las drogas han sido desde entonces componentes esenciales de la estrategia contra el crimen organizado.
Ni el Ejército ni la Marina se han cruzado de brazos y han roto el récord histórico de decomisos de droga, capturas de capos y sicarios y desmantelamiento de narcolaboratorios. A las fuerzas armadas se ha sumado la Guardia Nacional, que en solo seis años ha desplegado a más de 130 mil efectivos en todo el territorio.
Combata a sus narcos, que son los dueños de la última milla, como nosotros combatimos a los nuestros, que son los proveedores de materia prima. Reduzca el consumo, nosotros la producción. Cierre la frontera pero para que no pasen —hacia el sur— las armas y los dólares con los que los capos estadunidenses pagan a los capos mexicanos.
Que a sus jóvenes no los mate el fentanilo ni a los nuestros las balas. Que ni allá ni acá operen impunemente los criminales. Cada quien de su lado, presidente.