
La autonomía no es ni debe ser un fetiche. En México se ha abusado de la autonomía como columna vertebral de la transición política. Sólo falta que algún creativo proponga darle autonomía a la Secretaría de Gobierno. La política existe y las fórmulas tecnocráticas no son la panacea. Si revisamos los modelos institucionales en el mundo, existen democracias que funcionan con pocas instituciones autónomas. Por lo tanto, entendamos la autonomía como un instrumento de transformación, pero no como un fetiche sagrado.
No obstante, es innegable que la Fiscalía debe contar con cuotas razonables de autonomía. Por una sencilla razón: es el defensor de la ciudadanía frente a los delincuentes. No es el defensor del Gobierno, sino de todas y todos. Esto no quiere decir que el gobernador en turno no trabaje con un fiscal al que le tenga confianza, sino que éste último esté protegido por la ley. Esté protegido para investigar incluso en aquellos casos que afectan al partido político de turno.
Una autonomía en su nombramiento (participación del Congreso y la sociedad civil); autonomía en el diseño de su plan de trabajo y autonomía para no ser removido del cargo sin justificación. A diferencia de lo que piensa Andrés Manuel López Obrador, la autonomía no es entregar la fiscalía a los poderes fácticos; por el contrario, es permitir que un perfil idóneo cuente con todas las condiciones que le permitan sacudir la institución y ser atrevido.
Una autonomía con contrapesos, por supuesto. Contrapesos jurídicos, pero también políticos en el Congreso. Comisiones parlamentarias que fiscalicen permanentemente la labor del fiscal.
Autonomía no es impunidad para hacer lo que le dé la gana. Recordemos que la autonomía también puede ser pervertida. Está a la vista el caso del fiscal Alejandro Gertz Manero. ¿Para qué ha utilizado su autonomía? Para cobrarse revanchas. Meter a la cárcel a adversarios, perseguir a sus críticos y satisfacer las demandas políticas del Presidente. Por lo tanto, la autonomía debe tener límites razonables que impidan que sea convertida en escudo frente a la necesaria rendición de cuentas.
La gestión del fiscal Gerardo Octavio Solís nos pone otra vez frente a este debate. No dudo que el extitular del Ministerio Público haya hecho cosas positivas. Nunca seré alguien de “brocha gorda” que no sabe reconocer los avances. Me imagino que el fiscal algo tiene que ver en la reducción de delitos sensibles para la ciudadanía.
No obstante, el fiscal quedó muy lejos de los objetivos que le exige la sociedad, sino aquellos que él se marcó a comienzos de su administración. En su programa de trabajo se comprometió -por ejemplo- a poner en marcha una unidad de inteligencia y un modelo innovador de investigación criminal. Las propuestas quedaron sólo en el papel.
Además, el fiscal se comprometió -y el gobernador también- a empujar 22 de los 23 puntos que universidades y sociedad civil impulsaron bajo el lema “fiscalía que sirva”.
Si revisamos punto por punto, nos daremos cuenta que en la mayoría de los compromisos se avanzó muy poco y en otros el progreso fue nulo. Hizo un compromiso durante su designación, pero luego metió esos puntos en el cajón y decidió administrar las herencias recibidas. Se perdió una gran oportunidad para transformar esa institución que tanto lastra la seguridad de los ciudadanos, pero también la competitividad de las empresas.
En el mismo sentido, el fiscal no resolvió casos icónicos que han marcado este sexenio. Por ejemplo, nos dijo que a Aristóteles Sandoval lo asesinó el crimen organizado, pero los autores materiales e intelectuales están libres a pesar de que se cumple un año de que se giraron las órdenes de aprehensión. Y más, no sabemos por qué lo mataron.
Creo que los jaliscienses nos merecemos una explicación. Que se asesine a un gobernador no es cualquier cosa. Esta falta de explicación fue una constante en la Fiscalía que se negaba a entrevistas con los medios y las ruedas de prensa eran controladas hasta el extremo.
Y qué decir de los hechos del 4, 5 y 6 de junio de 2020. El fiscal aceptó que su institución estaba infiltrada por los delincuentes. Hoy en día, no tenemos una investigación concluyente sobre esos hechos. El fiscal no llevaba dos días en el cargo. Año y medio al frente y aceptó que él no tomaba las decisiones, sino los delincuentes. Aquel día trágico en donde las fuerzas estatales levantaron jóvenes en las inmediaciones de la Fiscalía, debió suponer la renuncia de Gerardo Octavio Solís. No lo hizo y su credibilidad quedó herida de muerte.
Llega al cargo un hombre de todas las confianzas del exfiscal. Luis Joaquín Méndez Ruiz pasa de fiscal ejecutivo a encabezar la institución. He recabado buenas opiniones de él, pero tiene un desafío gigantesco. Tomando prestada la frase del presidente: hacer caminar a ese elefante reumático que está repleto de inercias, corrupción y opacidad. Esperemos que no sea una especie de maximato en donde el que tome las decisiones sea el exfiscal. Méndez Ruiz merece tiempo y paciencia, pero está obligado a presentarle a la sociedad un proyecto que transforme positivamente la Fiscalía. Nadie debe exigir resultados en dos días, sin embargo, sí un proyecto de trabajo con objetivos y acciones claras.
Y el gobernador también tiene una oportunidad. Enrique Alfaro se comprometió en su campaña a caminar en la ruta de la configuración de una fiscalía con autonomía. El Índice Estatal de Desempeño de Procuradurías y Fiscalía que elabora Impunidad Cero, reprueba al ministerio público de Jalisco. Para que se dé una idea: nos revela que sólo el 7% de los delitos suponen la apertura de investigación, la probabilidad de esclarecimiento de un delito es del ¡1.17%!, la impunidad en homicidio doloso es del 87% y Jalisco está por debajo de la media nacional en el desempeño de su Fiscalía. Estamos muy lejos ya no de Dinamarca o Suecia, sino de Nuevo León que encabeza el ranking nacional. Transformar de fondo la Fiscalía, desde sus cimientos, sería una gran herencia del Gobierno de Alfaro. Falta atrevimiento político, diálogos y consensos de Estado. Porque está claro que, atendiendo a todos estos indicadores, en Jalisco tenemos una Fiscalía que no le sirve a los ciudadanos.
Enrique Toussaint