Política

La revancha del odio

Enrique  Toussaint. La revancha del odio
Enrique Toussaint. La revancha del odio

David Brooks es tal vez el articulista conservador más leído de los Estados Unidos. Sus textos en el New York Times son deliciosos. Sin embargo, me gusta más su faceta de escritor sobre moralidad, filosofía y comunidad. Desde “Road to carachter” hasta “the second mountain”, Brooks nos da lecciones muy valiosas sobre cómo vivir, cómo encontrar sentido a la vida y cómo reconstruir los lazos comunitarios tan dinamitados. Brooks es conservador porque cree en instituciones tradicionales -familia, iglesia, escuela-, pero no es individualista. Cree que muchas respuestas a nuestras crisis sociales o espirituales están directamente vinculadas con nuestro repliegue al individuo y la disolución de instituciones que nos dotaban de sentido vital. No nos conocemos; no nos vemos; no nos sentimos como humanidad. Sólo nos leemos en las redes sociales. Nos troleamos (sic.). Nunca nos hemos sentido tan solos estando rodeados de tanto ruido.

Su último libro es una maravilla. Se titula: How to Know a Person: The Art of Seeing Others Deeply and Being Deeply Seen. Brooks plantea muchos debates, pero me quedó con algunas preguntas que se plantea: como sociedad, ¿nos hemos vuelto más crueles? ¿Disfrutamos haciendo daño? ¿Nos hemos vuelto más inhumanos? ¿Hemos perdido la total empatía? ¿Creemos que el adversario ideológico o político no es un humano digno de respeto? ¿Por qué dejamos de reconocer al otro? ¿Por qué se destruyen a seres humanos como si fueran objetos sin dignidad? ¿Las redes sociales nos están ayudando a encontrarnos o, por el contrario, nos están haciendo más egoístas y miserables?

El mundo está atravesando una crisis política civilizacional. Se está desmoronando el mundo construido tras la Guerra Fría y está emergiendo un caos que asusta hasta al más optimista. Rusia invadió a Ucrania y lleva más de 600 días ocupando el Este del país. Hamas atentó cobardemente contra civiles en Israel -un ataque terrorista condenable y sin matices- y la respuesta del gobierno de Benyamin Netanyahu ha sido bombardear a Gaza sin cesar. En África, los golpes de estado y las limpiezas étnicas no cesan. China tiene puesta la mirada en Taiwán y está esperando su momento. Francis Fukuyama decretó el final de la historia y Daniel Bell el final de la ideología. Bueno, nunca habíamos pisado tanta historia y habíamos visto como la ideología es una maquinaria de guerra capaz de arrasar con todo a su paso.

Frente a estos hechos, he asistido con tristeza a ver los mensajes que se reproducen en las redes sociales. El odio es increíble. En una semana tan dolorosa, he leído como tuiteros mexicanos califican a musulmanes de animales, citando a Hitler o no ocultan un antisemitismo repugnante. Hay quien tiende a quitarle relevancia a los comentarios en las redes sociales. Total, concluyen: son las redes y así son. ¿De verdad? ¿Hay que minimizar lo que ahí sucede?

El ascenso del populismo, nacionalismo y extremismo es inentendible sin el papel normalizador de las redes sociales. Trump no hubiera existido sin la intoxicación sobre Barack Obama y las teorías de la conspiración. Trump se encargó de fomentar la idea de que Obama era extranjero. Las redes sociales alimentaron la mentira. El resto ya es historia. Rusia y su acecho a países con democracias frágiles se construye sobre la base de mentiras, intoxicación y mensajes de odio. El odio, como discurso político, ha vuelto con una fuerza inusitada. Las redes son un instrumento sumamente efectivo para su propagación. Con perfiles anónimos o falsos, los discursos más repugnantes se abren camino con una normalidad desoladora.

En México vemos que esos fenómenos aparecen con fuerza. Me llama la atención que se ponga el foco permanentemente en el credo religioso de Claudia Sheinbaum. ¿A quién le importa si es cristiana, musulmana o judía? Que sus críticos utilicen argumentos antisemitas para debilitarla es mezquino. O que también algunos segmentos cercanos a Morena utilicen argumentos raciales para estar en contra de la candidatura de Xóchitl Gálvez. Dicen que es una falsa indígena. Todas estas construcciones lo que hacen es deshumanizar no sólo la política, sino nuestra vida en comunidad. El odio se viraliza a una velocidad nunca vista.

A diferencia de lo que cree López Obrador, yo siempre he considerado que el humanismo significa poner a la dignidad de la persona por encima de cualquier ideología. Cuando la idea reemplaza a la persona, el extremismo se abre paso. La paradoja de las redes sociales y la comunicación masiva es que parece que alienta la libre expresión de las ideas, pero en realidad sólo normaliza el odio hacia colectivos y la discriminación. Vivimos el tiempo de la revancha del odio. En donde destruir la dignidad del otro es de valientes y apelar a la paz es de cobardes. Los extremismos ganan terreno y la apología del odio se normaliza sin aparente oposición.


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Enrique Toussaint
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