Política

Cómo derrotar al (nacional) populismo

El populismo luce imparable. La ola de victorias electorales recorre el mundo entero. Parece no haber alternativas más allá de la seducción de un líder(esa) fuerte, con un enemigo bien definido y un discurso sin ambigüedades. Como bien expone Benjamín Monfitt, el populismo es un concepto excesivamente abarcador. Se usa para todo y para todos. Sin embargo, si podemos decir que populismo es un discurso que divide a la sociedad en dos (pueblo y élite), con un líder que “encarna” al pueblo y que considera que el conflicto es inherente a la política. Y a estas tres características hay que agregarle una cuarta contemporánea: el nacionalismo. India, Italia, Estados Unidos, México, Rusia, todos los populismos se visten hoy de nacional populismo. Conjugan la apelación al pueblo con la conquista de los símbolos nacionales.

Este ascenso del populismo ha dejado herido de muerte al liberalismo y la política centrista. Los partidos tradicionales y los políticos moderados son juzgados como auténticas marionetas de los poderes trasnacionales. Ante esta ola, la pregunta que subyace entre aquellos que creemos en la moderación, el consenso, el centrismo y los valores liberales es: ¿cómo se parece al populismo? ¿Se le detiene apelando a los mismos instintos que desata el populismo? ¿Es necesario repartir dinero o caer en los marcos mentales de ese matrimonio que hoy forman populismo y nacionalismo?

Considero que hay tres elementos fundamentales para derrotar al populismo que dibuja una tierra prometida, pero siempre termina en pobreza, encono y más desigualdad. El primero: gobernar atendiendo a las causas profundas que afectan la vida de las personas. Las élites liberales de América Latina, Norteamérica y Europa se han alejado de las causas sociales más sentidas. El periodista Ezra Klein lo analizaba en su pódcast: ¿cómo es posible que aquellos que se dicen el partido de los trabajadores –los demócratas– gobiernen ciudades y estados donde es imposible que un trabajador compre una casa? ¿Qué credibilidad tiene una política de vivienda liberal que sólo funciona para los ricos? O citándolo: “un gobierno debe organizarse para dotar de suficientes recursos ahí donde hay escasez y carencias. Si no queremos caer en las garras de los hombres fuertes autoritarios, es importante ofrecer los frutos de buenos gobiernos”.

Y es que a los populistas les importa poco el pueblo, aunque digan lo contrario. López Obrador destruyó al Estado, arrasando con el sistema de salud y el educativo-que más benefician a los que menos tienen- y lo reemplazó con transferencias económicas que no sacan a nadie sosteniblemente de la pobreza. Lo mismo hace Donald Trump con Elon Musk: destruir las capacidades públicas en nombre del pueblo. Venimos a destruirlo todo y eso beneficiará al pueblo. O como escribió acertadamente David Brooks en el New York Times: ¿podemos dejar de llamar populistas a esta gente?”. Trump hace campaña como populista, pero gobierna destruyendo todo lo que beneficia al pueblo. No son populistas, aunque la etiqueta parezca explicarlo todo. Coincido con Brooks.

Segundo, para derrotar al nacional populismo es fundamental entender la comunicación contemporánea. Hoy el gran commodity de nuestro tiempo se llama: atención. Las empresas hacen su dinero si son capaces de captar nuestra atención. No importa si se llama Meta, TIK TOK O Twitter. Los grandes multimillonarios de la actualidad, la tecnocasta, se enriquecen de vender nuestra atención. Los populismos han entendido eso. El resto ha sucumbido. Aplica recetas tradicionales a un momento histórico de revolución comunicativa. De la misma manera que la revolución industrial parió a los partidos de masas, la quinta revolución comunicativa está pariendo al show nacional populista. Captan la atención exigiendo una disculpa por la Conquista de América o queriendo anexionar Groenlandia.

Por último, tercero, el populismo contemporáneo (nacional populismo) se derrota hablando de realidades y no de conceptos abstractos. La filosofía política es maravillosa para conectar con las élites, pero sirve poco para construir proyectos políticos que ganen en las urnas. Hablar de vivienda, trabajo, servicios de salud, educación de calidad, violencia, combate a la pobreza, rampante desigualdad no es caer en la trampa del populismo. Es atender lo que preocupa a una mayoría social. La política tradicional no ha logrado reconectar ni atender ni comunicarse con ese ente amorfo que le llamamos pueblo. Parece vivir en otro mundo, lejos de aquello que preocupa a la sociedad.

Quien crea que el populismo es producto de un enloquecimiento momentáneo de la sociedad, no está entendiendo el movimiento de las placas tectónicas de la política. Liberalismo frente a –nacional– populismo es el gran clivaje de nuestro tiempo. Y los segundos se están llevando el partido por goleada. 

Google news logo
Síguenos en
Enrique Toussaint
  • Enrique Toussaint
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.