“Cuando el interés personal reemplaza al servicio público, la sociedad colapsa bajo el peso de la corrupción”
Ken Poirot
La primera vez que escuché el término “islas de integridad” fue de parte de mi querido amigo Alejandro Landero, quien me platicó el concepto expuesto por Luis Moreno Ocampo como presidente de Transparencia Internacional.
Dicho concepto se presentaba como una propuesta de solución gradual, regional y puntual a ir resolviendo el grave problema de la corrupción política y social.
Me gustó tanto el concepto, que lo he adoptado a lo largo de mi vida para plantear una propuesta de esperanza cuando pareciera que todo está descompuesto tanto en mi comunidad, mi empresa y las de mis vecinos, socios y amigos.
No existe la “poquita corrupción” o la “mediana honestidad”, claramente, la deshonestidad al igual que la honestidad tienen efectos iguales a la gráfica de la asíntota, 2 curvas, una positiva hacia el infinito que va hacia arriba y otra negativa que se desploma y su fondo parece infinito, no se tocan y parecieran tan cercanas, pero son totalmente distintas.
La pérdida de confianza por parte de la población hacia un gobierno ,un gobernante, un político o un líder, provocan efectos multiplicativos exponenciales, ya que un hombre corrupto, genera desconfianza, frustración y rechazo, por otra parte, un líder honesto tiene un efecto igual, pero de manera positiva.
Aún cuando la sociedad no lo manifieste, un sistema corrupto, degrada y demerita el valor de todo, comenzando por el individuo, su capacidad de acción, las de su comunidad, su gobierno y su entorno.
Basta con ver la raquítica y espantosa infraestructura con que cuenta nuestro país, el pésimo mantenimiento, la mala calidad de sus construcciones y el pésimo servicio que nos brindan.
Lo peor es que los culpables, han normalizado su actuar e incluso critican y huyen de las malas condiciones en que se encuentran. Es común ver que políticos que han robado y mal invertidos fondos públicos, corran a comprar propiedades en el extranjero, Miami, Houston, entre otros destinos criticando y señalando lo mal que está México.
Yo digo, que las cosas podrían estar mejor, el planteamiento de las islas de integridad es cierto y da resultado. Al igual que procuramos y disfrutamos tener un hogar limpio, ordenado, si comenzamos por el hogar tenemos la primera isla de integridad.
A todos nos ha sucedido que, al remodelar un cuarto de la casa, es casi obligado cambiar los muebles, y así al ver una sección bonita, nos va arrastrando y comprometiendo a mejorarlo todo.
De igual manera, si como sociedad, comenzamos a comprometernos, a involucrarnos en temas específicos, por poner un ejemplo, nuestra comunidad, nuestra colonia, nuestro entorno, en las asociaciones vecinales incluso en los gobiernos locales, y dedicamos una pequeña fracción de nuestro tiempo y posibilidades a atender lo que sucede en el espacio inmediato podremos aspirar a tener una pequeña isla de integridad aunque yo digo que la primera isla de integridad debe ser uno mismo y contagiarla a nuestra familia y de ahí en adelante.
Una colonia, un municipio, una institución, una empresa, etc. pueden ser islas de integridad y su consolidación además de traer bienestar, generará esperanza ya que puede ser replicada en su hacer, en su actuar, en su proyección y sus intenciones que siempre deben ir enfocadas a la búsqueda del bien común.
Las islas de integridad deben ser cuidadas, atendidas y protegidas y al lograr consolidarse, replicarlas, con un apoyo solidario y subsidiario, tomando los mejores ejemplos y prácticas de unas a otras.
Tarde o temprano se podrán alcanzar varias islas que formarán un archipiélago de integridad y terminarán por consolidarse en un continente.
Cada sociedad, cada liderazgo y cada ciudadano de las islas, tendrá su mérito propio, pero si se logra, la intercomunicación entre estas islas se volverá orgánico ya que los temas se volverán públicos y al ser públicos son de todos.
Estoy convencido que podemos, que merecemos y que debemos creer y trabajar por un mejor mañana, donde nuestro pasar deje una huella y entonces, cuando despertemos, nos daremos cuenta de que dejaremos de ser espectadores y nos convertiremos en ciudadanos de esa, nuestra “isla de integridad”.