“La prueba de nuestro progreso no es si añadimos más a la abundancia de aquellos que tienen mucho; es si proporcionamos suficiente a aquellos que tienen demasiado poco.”
Franklin D. Roosevelt
En años recientes, hemos vivido una transformación a nivel global, pre y post pandemia, las tendencias sociales han ido migrando hacia la izquierda radical. Narrativas dirigidas a voltear a ver a los más desfavorecidos, “a los pobres”.
Por otra parte, se ha evidenciado mucho más la gran concentración de la riqueza de los “ricos”, los que más tienen a la clase más acomodada.
Lamentablemente, el que menos tiene, en muchas ocasiones, tiene tan poco, que en su referencia no alcanza a ver al rico (multimillonario) como el acaparador, sino a la clase media como culpable de sus males ya que ésta, ha logrado satisfacer al menos algunos satisfactores que con los que el pobre no cuenta.
Esa clase media que con esfuerzos ha conseguido vivir de manera medianamente digna, esa clase que es poco visible y sin embargo es la que sostiene la economía, la que más impuestos paga, que además tiene que ser autogestora de los servicios que El Estado no le proporciona y se ha hecho responsable de pagar por ellos y por si fuera poco, es señalada como la culpable de la desgracia de los menos favorecidos en búsqueda de capitalizar la irritación social por las grandes carencias.
Ese sector de la población, hoy se ve en riesgo y es amenazada por narrativas que, en vez de resolver la problemática de fondo, encuentran un nicho de mercado en señalarlos como culpables de todos los males solo por haber logrado mejorar su calidad de vida.
Me he comenzado a hacer el cuestionamiento de: ¿Qué sucedería si realmente fuera mejor ser pobres?, si, ¿Qué pasaría si el país enfocara todas sus fuerzas y energía en resolver la problemática del pobre, no únicamente a través de recursos económicos sino de servicios y atención gubernamental real y de calidad?
Hoy, la contingencia de usar transporte público es gigante, el costo que paga la población al no tener un gobierno eficaz es: transporte ineficaz, potenciales asaltos, lentitud, incomodidad, pero incluso el poner en riesgo el no llegar o perder hasta la vida por una u otra razón.
En cuanto a la atención médica, más allá del aspecto de las clínicas, su limpieza, la lentitud o dificultad en cuanto a citas, etc. la contingencia es que no haya la atención médica requerida, equipos funcionales o medicamentos necesarios para atender los padecimientos.
Mi conclusión es que nos urge un gobierno fuerte que atienda primero a los pobres y que, de la clase media para arriba, quienes decidan seguir con ingresos altos y sustituyendo al estado en un intento por tener más calidad de vida lleguen a aspirar a ser pobres.
Si, así es, si logramos que los servicios públicos sean ya no como Dinamarca, sino simplemente eficientes y eficaces, transporte público seguro, limpio y puntual, servicios de salud dignos aún sin tanta comodidad, pero sí dignos, eficaces y con los medicamentos adecuados, entonces, ya decidiremos si queremos continuar pagando ese impuesto adicional por querer mayor comodidad.
¿Qué pasaría entonces si los servicios que provee el estado fueran superiores a los que los particulares pueden proveer? ¿Qué pasaría si la educación pública tuviera en su mayoría (como el caso de la UNAM) un grado curricular a nivel internacional?, ¿Qué pasaría si el metro fuera suficiente cómodo, limpio y seguro? ¿Qué pasaría si el sistema de salud fuera profesional y eficiente? Y la principal pregunta que hago: ¿Qué pasaría si sólo los pobres tuvieran el derecho a acceder de manera gratuita a lo anterior?
Sí, que todo lo anterior, proveído por el gobierno fuera infinitamente superior a lo que los particulares hoy nos pueden proveer, a lo que hoy podemos comprar o pagar para esquivar esas terribles carencias del Gobierno.
Que la condición para obtenerlo de manera gratuita sea demostrando que el nivel de ingresos es de un pobre, y que, si un rico quisiera acceder a esos servicios extraordinarios, tuviera entonces que pagar lo que hoy pagamos por: seguros de gastos médicos, hospitales privados, escuelas privadas, autos, tenencia, combustibles, etc.
Desafortunadamente lo anterior es una utopía ya que hoy, el discurso del populismo señala a quienes han logrado suplir al estado para auto suministrarse de las carencias de un gobierno ineficaz y como culpables del mal del pobre.
El servicio provisto por El Estado es tan malo que ni los más populistas lo usan, incluso aspirantes a dirigir a nuestro país presumen estudios en el extranjero como virtuosos y fortalezas, y de nuevo me cuestiono por qué no comenzar por pedir perdón a los pobres por no tener la capacidad para brindar mejores servicios que los que un simple mortal, un particular, un empresario puede brindar.
Aspiremos pues a ser pobres, pero primero obliguemos al gobierno a hacer su trabajo y a proporcionar un servicio extraordinario y digno, ¿qué digo digno?, que dé envidia, que sea un ejemplo. Y no pedir que renunciemos a lo poco que se ha logrado en búsqueda de vivir dignamente, para obtener nada a cambio.