A menudo escucho decir que si vuelven los niños a las aulas podría ser el momento más peligroso para ellos en la pandemia. Tristemente, nosotros somos culpables del hecho de que los menores estén pagando las consecuencias generadas por la necedad de políticos imprudentes y adultos irresponsables.
Padres y madres con hijos demasiado pequeños para recibir la vacuna, debemos asumir la tarea de protegerlos para reducir el riesgo.
Y mientras el mundo entero abre escuelas, en Nuevo León las autoridades sanitarias emprenden una cruzada de información dirigida y seleccionada para inhibir la intención de los padres de volver a clases presenciales, cuando el tema bien podría abordarse en orden presupuestario.
Siempre habrá riesgos asociados con las clases presenciales pero, para la mayoría de las niñas y niños, esos riesgos valen la pena, recibir beneficios educativos, psicológicos y de desarrollo socioemocional.
Como padres debemos reducir los riesgos en la escuela tanto como sea posible y también reducir la exposición fuera de clases. Eso incluye evitar los restaurantes en espacios cerrados, visitas prolongadas a casa de familiares y exigirle a quienes nos visitan que se vacunen.
Urge aumentar de manera drástica la vacunación en aquellos que cumplan con los requisitos. Ciudad Guadalupe espera la llegada de los fármacos como sucedió en Monterrey, vamos tarde; Manuel de la O admitió que existe un retraso en la entidad y por ello muchas personas no están de acuerdo con las restricciones.
¿Cómo estar de acuerdo con la autoridad? Ante la asimetría en las decisiones sanitarias, donde se permite que el transporte público vaya a tope, pero que espacios como Chipinque, el parque nacional Cerro de la Silla o Fundidora estén cerrados.
Los espacios abiertos siguen siendo los lugares más seguros para los no vacunados, hay pocos casos documentados de transmisión de coronavirus al aire libre, incluso es una de las muchas recomendaciones para cuidarnos: evitar el hacinamiento.
Senderos como Chipinque permiten un respiro en medio de un momento particularmente peligroso; sin embargo, la decisión fue cerrarlo, instrucción equívoca para quienes buscan una vida saludable. Ya lo dictan los clásicos: uno qué... las criaturas.
Enrique Burgos-Véliz
