Los incendios en México han alcanzado una nueva categoría: son cada vez más extensos y voraces, como en Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Morelos y lo que se acumule.
Los orígenes de los incendios son diversos: rayos y otros accidentes, descuido y vandalismo. En bosques, sierras y montañas se propaga el fuego, no solo pasa en nuestro país, periódicamente ocurre fuego a gran escala en Australia, Los Ángeles, California, y Europa.
La mayoría son el resultado de causas naturales; la propia naturaleza se encarga de extinguirlos sin causar mayores daños. A veces tienen lugar en circunstancias que favorecen su expansión como sucede en la sierra de Santiago.
La pregunta básica que tienen que responder el alcalde David de la Peña y el gobernador Samuel García Sepúlveda es ¿las comunidades de la sierra están en condiciones legales y logísticas de proteger las zonas verdes, o no lo están?
Los gobiernos tienen encomendada la tarea de proteger la masa forestal del país, una fuente de bienestar para los ciudadanos y un patrimonio incalculable para las generaciones futuras. Pero, desgraciadamente, los incendios forestales se han convertido en una epidemia mortal y un daño irreparable para la economía.
La primera impresión es que dejando a un lado el esfuerzo de los bomberos y miembros de Protección Civil quienes combaten al fuego en primera línea, el gobierno en todos los niveles parece que vive de promesas vacías y retórica grandilocuente.
Hace un año un incendio en La Pinalosa recorrió la sierra en Coahuila, la respuesta está y estuvo en la renta de aviones cisterna, se llenaban en Nuevo Laredo y esparcían su contenido sobre los incendios.
Una extensa nube rosa se extendía por los cielos del estado vecino para controlar el fuego. La obligación como gobernador es proporcionar las herramientas necesarias y que se puedan tener, repito, la respuesta está en los cielos… Ahora solo falta voluntad.
Enrique Burgos-Véliz
@enriqueburgosv
