Sociedad

De perdis, un baño de ovalito

Con las lluvias, la mamá se da un respiro: ya no tendrá que levantarse a las tres de la madrugada para ver si comienza a escurrir agua por la manguera de la toma domiciliaria y logra apartar la necesaria para el gasto del día.

Rina pidió a uno de sus hijos que colocara una canaleta y dirigiera el chorro del agua de lluvia hacia el tambo de asbesto. Haga o no haga falta, habrá que bañarse cada sábado, aunque sea. Con las lluvias puede uno caer en la tentación de bañarse a diario, bromea doña Rina con su vecina: ya podrán descansar los choferes piperos del municipio, que andan a la vuelta y vuelta para entregar un chorrito al vecindario, aunque sea para un baño de ovalito.

Sí, caray. Porque se sube una al camión o al Metro y luego-luego llega el fuerte aroma de la cueva del zorrillo, exagera Osvelia y agrega: yo le aparto a mi viejo una cubeta de agua, por si no alcanza para la regadera, cuando menos que se restriegue las axilas.

Un pregón interrumpe la plática: “Se compran colchones, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendaaa”.

Para la próxima que venga el del viejo viejo, dice Rina, le vendo el montón de latas de cerveza que tiran los borrachines; ya les eché la semana pasada a la patrulla, pero no entienden: les gustó la entrada de mi accesoria para arranarse y echar trago.

¿Y qué milagro que la encuentro en la calle seño?, dice Osvelia. Pues aquí me tiene: espiando al de la pipa, que me deje aunque sea una pizca de agua, porque luego ni para la taza del water tiene una.

Doña Rina mira al cielo y dice que lloverá: “Hasta la bacinica voy a poner en la escurridera del techo, por si sigue la escasez. Mire, ahí viene ya la pipa. Deje, abro el zaguán para ver si me llena la cisterna”.

La calle cobra vida, pues las mujeres del vecindario están a las vivas para que no se les vaya la pipa y las deje sin la mínima dotación.

“Cuando llegamos a la colonia, siempre estuvimos privadas del servicio de agua potable. Luego, cuando por fin nos pusieron la toma, puro líquido lodoso llegaba, hasta que por fin se purgaron las tuberías. Ahora falta agua y sobran colonos. Vamos a volver al principio de la colonia, cuando las doñas se desgreñaban por tener aunque fuera una cubeta de agua”, sentencia Rina.

El chofer detiene la unidad cada media cuadra. Una gran hilera de tinas y cubetas espera. Mientras arriba la pipa, los chiquillos son los encargados de cuidar los recipientes y avisar si algún encajoso pretende saltarse la fila.

“No falta quiénes quieren pasarse listos, Osvelia. Llegará el fin del mundo, pero no el fin de los gandallas que quieren todo peladito y a la boca”.

Aunque no sea necesario, el pipero anuncia su paso accionando el claxon. Las doñas abandonan sus quehaceres y se apostan junto a sus recipientes, atentas a que el machetero llene sólo las tinas y cubetas y no reciba algún billete para derramar cisternas:

“Ya le dijimos al chofer: si le caemos en la maroma de recibir mochada, lo reportamos al municipio. Y que no digan que la corrupción somos todos. Con la bendita agua, o todos coludos o todos rabones: que nadie se avorace y verá que, aunque sea de a chorrito, a todos nos toca”.


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Emiliano Pérez Cruz
  • Emiliano Pérez Cruz
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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