A media tarde el convoy naranja sale de la terminal hacia el andén; la muchedumbre se agolpa frente a las puertas y todo puede suceder, incluso el ingreso al vagón y mejor aún: con acceso a un asiento, que libra al usuario de apachurrones y zangoloteos:
— Hazte p’acá, vieja, o te desguanguila la bola cuando se deje venir…
Es media tarde y las nubes provenientes de la Sierra Madre ensombrececen y amenazan con desprenderse:
— Sésgate: todo mundo quiere entrar y tú ahí, haciendo estorbo. Mira, aquí cabes en este huequito, nomás sume la panza.
— Deja mejor que se siente la muchacha, mira qué panzota trae: un apachurrón y se le sale el chamaco. Anda, muchacha: siéntate.
La cabeza mojada de algunos pasajeros indica que la lluvia se desató: los vendedores de capas de hule color azul recorren el vagón ofertando su producto:
— Qué bonito ver llover y no mojarse, lleve su capa de hule vulcanizado, cien por ciento garantizado: en oferta llévelo-llévelo.
La pareja de ancianos salió temprano de su domicilio rumbo al centro de la ciudad, con la intención de adquirir la variedad de dulces que ofertan a los chiquillos a la salida de la escuela vecina:
— Lleva muéganos, palanquetas y trompadas. Los chamacos no las piden porque no las ven.
También pepas y cacahuate salado.
Anillo de Circunvalación concentra diversas tiendas especializadas en uniformes. El inicio del ciclo escolar es la mejor temporada para ellas:
— Pásele-pásele, lo que busca aquí lo tenemos: pásele-pásele, aquí encuentra calidad y buen precio, jefa, pásele…
— Viejo: hay que apurarnos o nos tocan los vagones atiborrados y no vamos a poder entrar. Y tengo que darles de cenar a los canarios y verdines. Mis pajaritos ya me han de extrañar…
— Apurado voy, no crees que me ando haciendo zoquete…
En Pino Suárez la muchedumbre se agolpa para transbordar hacia el oriente, Línea 1. Cajas, bultos, bolsas con el mandado, vendedores ambulantes que burlaron la vigilancia en los andenes, pueblan el vagón.
— Micas-micas, lleva sus micas para la credencial, para el acta de nacimiento, para que sus documentos estén bien conservados lleve su mica…
— Qué calorón. Ya me siento empapada de sudor. A ver si no está la lluvia cuando lleguemos, porque hasta una pulmonía agarramos.
— Ni lo digas: tengo que ir a guardar la jaula de los pájaros, se los encargué a la vecina pero no hay como que cada quien se haga responsable de sus cosas.
— Pues ponte viva, que ya la bola avanza, falta que podamos subir. Deberías irte al vagón de las mujeres, para que no te maltraten.
— Da lo mismo. Todos queremos ya llegar a nuestra casa y descansar. Y no te creas, viejo: allí también se ponen buenos los catorrazos con las doñas.
— Pero no como aquí. Todos entramos a lo bestia. Arrejólate, viene el transbordo.
— Voy, haz un huequito pa’ que no me apachurren. Capaz que me tronchan una costilla y se amoló la cosa… ¿Guardaste tus herramientas o las dejaste en el patio? Cuídalas, porque se oxidan.
— Ya sé, y no están baratas ni las regalan. Ya acércate, porque si nos quedamos nos llevan hasta los talleres…
— Ya voy, pero carga tú la bolsa, acomídete: no seas desconsiderado. Y apúrate, si llueve se moja la jaula con mis pajaritos y se enferman.
