Sociedad

Caminar es un placer

Sábado a la media tarde. El Metro Bellas Artes expele más y más gente dispuesta a pasear por la Alameda Central, entre sus bancas atestadas; el sol quema, los paseantes gozan el espectáculo que somos unos para los otros. También bajo la jacaranda en flor la gente se guarece. Los adoquines reblandecen las suelas del calzado. Merolicos y su público son inmunes al calor. Sábado: día de compras obligado, para atender necesidades hogareñas, peticiones de los escolares, para el mero ocio…

Zapaterías, tiendas de ropa infantil, plazas de la tecnología, figones, taquerías, cantinas, el barrio chino, la aún popular calle de López, cafeterías, utensilios para la cocina, refacciones para lavadoras y licuadoras en Artículo 123; en Victoria los materiales eléctricos, calle Independencia y su abandono: metáfora del país... En cada calle una especialidad y de las tiendas de ultramarinos, vinos y licores la clientela sale con lo necesario para la beberecua de buró y no fiestera, ante la amenaza del virus pandémico.

Desde Avenida Hidalgo y hasta Salto del Agua, el Eje Lázaro Cárdenas es centro de convivencia vía el consumo, y en sábado la prisa aminora para analizar las ofertas con detenimiento. El cielo, despejado; una breve brisa irradia el frescor para los paseantes.

El frente del Palacio de Bellas Artes es punto de encuentro, de citas citables, de paciente espera. ¿Qué: todo mundo va a la ópera, a los conciertos, a ver la obra de los grandes muralistas? No: llega la persona anhelada, saluda de besito, venga esa manita y vamos cogiendo camino. Chilangos de variada especie se apropian este sector de la urbe en un sábado decembrino.

La esquina de Madero y el Eje amenaza con el encontrón entre los que van de Oriente contra los del poniente, enorme masa que al cambiar el semáforo lanza a una tribu contra la otra... y nada pasa, sin roce alguno, en santa paz (la Torre Latino atestigua); tantos y tantas habitantes de la megalópolis conviviendo: vienen del zócalo, de la Alameda o de las plazas donde concentraron al comercio ambulante; ya se entretuvieron en el Templo Mayor, bajo lo arcos del Ayuntamiento, adquirieron arras y anillos en los portales y enfilan hacia Venustiano Carranza: adquieren enseres deportivos para menguar la lonja, hija del sedentarismo.

Caminar es un placer, sobre todo al atardecer: por calles donde huele a garnacha y café; donde los trapos elegantes, desde el aparador, atraen a damas y caballeros que las quisieran así de entalladas a ellas, como maniquíes, para la cena de gala aunque sea en el depto de 40 metros cuadrados.

El primer cuadro chilango, ombligo del país, hierve de gente: es la agitada placidez en sábado decembrino. Turistas pachones, Marías con tenderetes en el suelo; billeteros de lotería que incitan a la fortuna. Parejitas en abacho-becho; parvadas de parloteadores adolescentes friquis; ancianos viendo la vida pasar; payasos con rumbo a la fiesta; y el tráfico sobre este Eje Central donde al anochecer cierran los comercios y sus quicios albergan a los sin casa: para qué, la calle es suya... 


* Escritor. Cronista de Neza


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Emiliano Pérez Cruz
  • Emiliano Pérez Cruz
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