Creo que el título de mi vida, dentro y fuera del deporte, siempre ha sido: “Elsa contra el mundo”.
Desde niña me propuse cambiar lo que estaba a mi alcance: mi mundo. También me di cuenta que tomar el camino del cambio no iba a ser fácil. Muchas veces es un camino solitario y cuesta seguir adelante. Mi familia y mi entrenador me enseñaron a soñar y a luchar por mis convicciones.
Llevo 30 años de mi vida siendo gimnasta y mucha gente no entiende por qué –después de tomarme un tiempo fuera– decidí regresar.
¿Por qué? Yo me siento como pez en el agua con la gimnasia, o más bien, como chango en su rama, colgándose de una barra a otra, volando. Ahí empecé a cambiar mi mundo. Primero fue: “Elsa contra su propio mundo”. Sin saberlo cambié yo.
No es algo “común” que una niña de 12 años quiera pasar ocho horas dentro de un gimnasio entrenando. Pero al entrenar me sentía libre.
Después fue: “Elsa contra el mundo de su familia”. Empecé a cambiar la mentalidad de mis papás. Les hice entender que yo quería entrenar más horas por gusto, por pasión.
Cuando empecé a viajar para entrenar y competir, el reto fue no descuidar mi educación: “Elsa contra la escuela”. Pese a mis ausencias, mi colegio me permitía entregar tareas tarde y exámenes a deshoras con tal de que no faltara nada. Me gradué con uno de los mejores promedios de la generación gracias a que nos atrevimos a cuestionar un poco el sistema.
La libertad de viajar me permitió dar resultados y medallas a mi país que nunca se habían visto, pero nosotros estábamos conscientes de los pasos que tomamos para llegar ahí, cambiando el mundo con cada entrenamiento.
La historia de “Elsa contra el mundo” tiene muchos capítulos: lesiones, problemas personales, la separación de mis papas, el divorcio de mis entrenadores, la falta de apoyo al deporte, los conflictos que surgen con las federaciones, los abusos físicos, los favoritismos, el cansancio, el hartazgo, las crisis existenciales...
Ahora, a mis 33 años soy considerada una gimnasta veterana: “Elsa contra el tiempo”. A partir de mis 25 años ya se escuchaban rumores sobre cuándo me iba a retirar.
Me da orgullo formar parte de esta nueva generación que están creando un cambio al prolongar sus carreras. Desafiando el sistema y los estándares sociales, no por rebeldía, sino por amor a lo que hacemos.
Sigo practicando este deporte por cinco razones: porque me sigue encantando, porque mi cuerpo aún me lo permite, porque aún me da emoción soñar con nuevas metas, porque sé que esta etapa de mi vida está próxima por acabarse y la quiero disfrutar, y porque soy yo la que decide cómo ponerle fin a esta aventura y empezar otra.
En la batalla de “Elsa contra el mundo”, a veces gana Elsa, a veces gana el mundo, pero a veces ganamos todos. Ahí es cuando veo todo el camino recorrido y mi conciencia me dice que en verdad ha valido la pena tanto esfuerzo.
Me da gusto saber que siempre voy a encontrar una razón y un porqué para querer cambiar mi mundo (que es tu mundo también).