Política

Vulnerabilidad e incompetencia

La vulnerabilidad humana puede ser entendida como una característica natural y compartida por todos debido a nuestra propia finitud que nos hace propensos a enfermar o morir, pero cuando ésta se ve incrementada por circunstancias externas y a menudo ajenas a la voluntad, el daño que se causa es mucho más grande e incluso, irreversible. Tal es el caso de quien muere a manos del crimen organizado, tal es el caso de los jóvenes que son presa fácil de estos grupos debido a sus muchas “vulnerabilidades”.

Ser joven per se no representa una condición adversa a la vida pero serlo en un contexto de pobreza, falta de empleos, en un territorio marcadamente peligroso y padecer la desprotección del estado es una sentencia de muerte anticipada.

Garantizar la seguridad de los ciudadanos es deber del estado, cuando esto no sucede quienes más sufren son los más vulnerables. Sus desapariciones, sus torturas y sus muertes son actos prevenibles y por eso duelen más y por eso despiertan más rabia.

Hay circunstancias de vulnerabilidad que no pueden ser mitigadas debido a factores externos y a fuerzas de la naturaleza sobre las que no tenemos ningún control y, generalmente son más destructivas donde existen peores condiciones de marginación social: en las áreas rurales, los asentamientos irregulares, los barrios fincados en barrancas poco estables o cercanos a cauces de agua poco higiénicos o con desagües tapados y por eso cuando los desastres naturales golpean, lo hacen con más fuerza ahí debido a la exposición previa. Cabría preguntarnos por los elementos que contribuyeron a que poblaciones enteras padecieran esas irregularidades y los efectos más dañinos. Esas respuestas sí las podríamos encontrar y proponer estrategias que las mitigaran a futuro, pues van desde las causas que producen los flujos migratorios, las actitudes negativas o de desprecio hacia los desplazados o ciertos grupos sociales, la concentración de la riqueza en las grandes urbes y en manos de muy pocos, hasta la falta de empleos y las carencias por acceso a los servicios de salud, etc.

También hay otras vulnerabilidades que sin ser provocadas por desastres naturales representan una mayor exposición: la falta de acceso a servicios educativos de calidad, un tejido social roto, estructuras de soporte poco estables, incremento desbordado de la violencia y del tráfico de drogas, la falta de una política firme de combate al crimen organizado, la desidia y la ignorancia para proteger a la población civil y brindar condiciones de seguridad, desempleo, salario digno y espacios de crecimiento y desarrollo profesional, personal y familiar, por mencionar algunos.

Estos factores, parecido al efecto de los fenómenos naturales, dañan más a quienes se encuentran en condiciones de exposición previas. Llamarles “grupos vulnerables” sería etiquetarlos y estigmatizarlos, pero sí se puede afirmar que son grupos en “situación de vulnerabilidad”, es decir, que viven en condiciones o entre dinámicas sociales que los dejan más expuestos: los jóvenes son uno de estos grupos. No es lo mismo ser joven que serlo en un contexto de pobreza y viviendo en un territorio de altísima peligrosidad.

La falta de oportunidades de estudio o de trabajo, los salarios bajos, la facilidad para adquirir drogas o ser obligados a distribuirlas, etc., los convierte en presas fáciles para ser cooptados por quienes requieren de sus oficios para continuar en la ilegalidad. Salir a divertirse los transforma en víctimas de su propia juventud y de la circunstancia en la que crecen; pero ellos no la eligen sino que se insertan en una circunstancia ya podrida donde, además, no se les protege, ni a ellos ni a nadie, en una tierra donde las leyes y la fuerza pública son sólo lejanas utopías. Nuestros jóvenes están a la deriva entre su vulnerabilidad y la incompetencia del Estado y esto provoca en muchas de las veces su muerte.

No es un mal endémico, las circunstancias pueden ir mejorando y, al hacerlo, disminuir las muchas “capas” (noción tomada de Florencia Luna) de vulnerabilidad que se nos imponen. De seguir así, cada uno cargaremos no sólo con la posibilidad de la muerte como proceso natural sino con la muerte misma como sentencia impuesta por un gobierno muerto también.


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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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