Política

Nos acabamos el agua

Una cosa es cierta: falta agua. A mi, a ti, a los demás, a todos nos falta el agua y la ansiamos. La deseamos para beber, la necesitamos para bañarnos y lavarnos los dientes, la anhelamos para regar nuestras plantas y la requerimos para limpiar la casa y la cocina, el coche y las ventanas y, sin embargo, no la tenemos.

Nos ha llegado el tiempo apocalíptico que juramos no llegaría. Los de arriba y los de abajo, los que tienen y los que no, los que viven en el norte y los que vienen del sur, los hombres, las mujeres, y los no binarios también. Hay una certeza compartida y que es que nos quedamos sin agua.

Hay un velo de verdad más profundo en esta aseveración y es que no es que nos hayamos quedado sin agua sino que nos la acabamos. Entre el “nos quedamos” y el “nos la acabamos” está nuestra libertad. Entre una y otra se cierne la posibilidad de echar culpas a otros y desviar la responsabilidad que viene de la culpa propia. El telón de fondo deja ver otra cosa y es un uso irresponsable y desmedido del agua que es el escupitajo que aventamos para arriba y ahora se estrella en nuestra propia cara.

El problema del agua no es uno ajeno, es uno propio y hasta que no entendamos esto y cambiemos hábitos, costumbres, tradiciones y comportamientos, el agua seguirá sin venir porque seguiremos acabándonosla.

Las veces que dejamos correr el agua para que se calentara antes de meternos a bañar, las que no cerramos la llave cuando nos cepillábamos los dientes, las otras más que la desperdiciamos con la manguera mientras regábamos el jardín o lavábamos los coches y no hay que olvidar las veces en que preferimos llenar botes y cubetas para el festejo (por demás desatinado) del sábado de Gloria y mojarnos (¿de dónde viene esa tradición tan absurda y carente de prudencia?). Otras veces más que no recordamos pero que tampoco nos importó demasiado desparramar el líquido que hoy nos resulta tan preciado.

Volver el tiempo atrás es imposible, ahora nos toca enfrentar las consecuencias de nuestro derroche. Tal vez ahora, hemos ganado más conciencia, sólo esperanzadamente podemos pensar que sí. La realidad nos ha azotado y nos ha obligado a mirar, más profundamente, que las crisis climáticas que atraviesan por sequías prolongadas y devastadoras son, también, efectos de nuestras decisiones y de nuestra poca atención para advertir que este es el único espacio y el único tiempo que tenemos y que si se acaba, no hay más de donde sacar. Ya no podemos ignorar los anuncios proféticos de que lo que le pasa al mundo le pasa al ser humano que lo habita, es decir, a ti, a mi y a los demás.

Algo debe cambiar, ya no hay tiempo para perder, el plazo ya se venció y ya estamos llegando tarde y mal, el agua y otros recursos son esenciales para vivir, por ello, necesitamos cuidarlos y hacer un uso responsable de los mismos, invertir en infraestructura que permita cuidarlos, protegerlos y usarlos racionalmente, fomentar hábitos más cautelosos e incorporar nuevas formas de pensar y de entender que el ser humano y el mundo no son dos cosas distintas y separadas sino dos caras de una misma moneda y lo que le afecta a uno le afecta al otro necesariamente.

No más absurdos, ya bastante lo está siendo tener tandeos de agua al día, perseguir pipas que resurtan cisternas, abrir el grifo sin que salga una gota. Vivimos ya en aquello que un día nos pareció distópico, pero más distópico será que ante lo catastrófico del escenario presente, aún pensemos que no pasa nada.

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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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