En La Laguna hay símbolos que cruzan generaciones y ciudades. Entre ellos, el Santos Laguna ocupa un lugar especial.
Nació en 1983 como un equipo modesto y pronto se convirtió en algo más: un punto de encuentro para una región diversa, con historias, acentos y orígenes distintos.
Es muy fácil ver cómo en las tribunas no hay divisiones entre Gómez, Lerdo o Torreón.
La camiseta albiverde une a quienes crecieron aquí y a quienes llegaron después, porque representa una manera de ser lagunero, y así nos lo dijeron hace algunos años para el libro Afición Deportiva: Ser Santista es igual que ser lagunero porque representa trabajar duro, enfrentar la adversidad y no rendirse.
Y es que así lo ven los habitantes de la región, que al igual que las ciudades que vencieron al desierto, el Santos ha forjado su camino con persistencia.
Santos es sin duda un referente identitario, es decir un símbolo, lugar, persona, tradición, práctica o incluso un acontecimiento— que sirve como punto de referencia para que un grupo de personas se reconozca a sí mismo y exprese quién es.
En el caso del Club, este referente incluso se hereda dentro de las familias.
Muchos recuerdan su primera vez en el estadio como el momento en que entendieron que la afición es también familia, que cantar un gol con desconocidos crea lazos invisibles. Incluso quienes no van al estadio lo viven desde casa, reuniéndose para ver el partido como un ritual compartido.
Por eso, cuando se pregunta qué significa ser lagunero, muchos responden con orgullo: “ser aficionado del Santos”. No es solo futbol, es una especie de escudo que todos conocen y reconocen desde fuera.
La imagen del guerrero que lucha hasta el final, es una alegoría que se puede ver en muchos temas publicitarios, y hasta gubernamentales.
En este punto podemos decir que ser santista también es saberse parte de una región que, dentro y fuera de la cancha, defiende su lugar en el mapa con la misma fuerza.