Cada año, entre febrero y marzo, el polvo vuelve a recordarnos que por fortuna el desierto sigue aquí, resistiendo al crecimiento de la mancha urbana y del cambio climático.
En La Laguna, los terregales forman parte del paisaje y de la vida. Gilberto Giménez diría que estos símbolos de la lluvia lagunera —la tierra, el viento— son parte de una voluntad colectiva de habitar este territorio único.
Estos fenómenos conocidos científicamente como tormentas de arena, son fenómenos eólicos que ocurren cuando masas de aire frío chocan con frentes cálidos, levantando el polvo seco del desierto; en algunos casos también se conocen como haboob -término árabe para describir a las tolvaneras cuando son de gran magnitud.
En la comarca lagunera se registran entre 8 y 12 cada año, pero aquel del 12 de junio de 1985 fue distinto.
Blanca Ayala (cocinera) tenía 8 años salió del catecismo de la iglesia de N.S del Carmen en Gómez Palacio cuando todo se volvió marrón: “salimos con miedo a que nos llevara el aire ya que éramos muy chiquitos, al pasar ayudamos a una vecina a juntar su ropa y al llegar a casa ya estaba más fuerte, en un ratito se hizo de noche fueron solo unos momentos y sentí frío y miedo”, recuerda.
Jaime Gamboa (jubilado), tenía 39 años, jugaba futbol en el campo 74 de Peñoles cuando vio llegar la nube desde Gómez Palacio:
“Eran como las 17:30 paramos el juego, nunca habíamos visto algo igual, el aire aumentó, nos refugiamos en un tejabán; al llegar se oscureció y bajó la temperatura como por dos horas”.
Hubo muchos daños materiales, pero afortunadamente ningún herido. Incluso hubo quien, en medio del polvo oscuro, aseguró haber visto un OVNI (como lo registra un diario local).
Estos relatos no son solo anécdotas.
Como explica Gastón Souroujon, la identidad se construye desde la memoria, reordenando los recuerdos para dar sentido al presente.
Abel Albet dice que el territorio no solo se habita: nos forma como comunidad.
Por eso, cuando decimos “vencimos al desierto”, no es exageración, sino el relato de quienes aprendemos a habitarlo cada día.
Ojalá que logremos apreciar la belleza del desierto que se sigue haciendo presente, para recordarnos que es nuestra casa común.