La segunda gran sequía del siglo XXI en Nuevo León (la última, calificada como la más severa en los últimos 50 años, fue del 2011-2012) ha traído como consecuencia que al área metropolitana de Monterrey se le reduzca considerablemente el suministro del vital líquido, provocando angustia y coraje en la ciudadanía, sobre todo en los sectores más vulnerables.
Primero, con el programa “Agua para todos” iniciado el 22 de marzo, para que a nadie faltara agua, durante un día por semana se cortó el suministro a una determinada zona en que se dividió la metrópoli. Después, ante la insuficiencia de esta medida, se determinó que a partir del 2 de junio solo se suministraría agua seis horas al día, de cuatro a diez de la mañana.
¡Triste situación! Mas no se finja ignorancia ni inocencia, la sequía que hoy vivimos no nos sorprendió. Gracias a la función esencial de la ciencia: “Saber para prever, prever para actuar”, y a los estudios del organismo de la ONU llamado Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático estaba previsto que el ciclo del agua se vería afectado en la década que hoy vivimos; pero no se actuó de acuerdo con lo que las circunstancias pedían.
Otro dato importante: en julio de 2012 el Instituto del Agua del estado de Nuevo León dio a conocer los resultados de la investigación de David Ortega-Gaucín intitulada Sequía en Nuevo León: vulnerabilidad, impactos y estrategias de mitigación, en la cual se muestran los conocimientos sobre el fenómeno de la sequía que es necesario aplicar en el estado, para evitar los impactos sociales y económicos que hoy estamos padeciendo.
Tampoco se hizo caso a este estudio, de nada sirvieron las estrategias de planeación y acciones específicas que éste sostiene que es necesario realizar, para gestionar el riesgo de sequía que hoy está fuera de control.
Y, peor aún, a diferencia de otros países, se concluye que no hay en México ni en Nuevo León políticas públicas “que contemplen un sistema de gestión para reducir el riesgo de sequía y de sus efectos colaterales, a pesar de la persistencia y recurrencia del fenómeno a través del tiempo”.
Por último, informo que traté de indagar qué es lo que está haciendo hoy el Instituto del Agua de Nuevo León para dar respuesta al problema de la crisis del agua. No encontré nada. Contrario a lo que ordena el Artículo 10 de la Ley de Transparencia, la página de dicho organismo está vacía, no hay ninguna información.
Efrén Vázquez Esquivel