Por disposición del Artículo 3o constitucional, la rectoría de la educación corresponde al Estado y ésta, en sus etapas iniciales: preescolar, primaria y secundaria debe ser integral, humanista, laica (es decir, debe orientar a los menores hacia los sistemas de pensamiento científico), pública, universal, inclusiva…
Y además de ser obligatoria y gratuita se basará en el respeto irrestricto a la dignidad de las personas, enfocándose a inculcar a los niños el respeto de los derechos humanos y la igualdad sustantiva; es decir, no ver la igualdad como unos pocos la miran: meramente formal, sin importar que los formalismos jurídicos no coincidan con los hechos.
El combate a la educación pública, específicamente contra los libros de texto gratuitos, es porque supuestamente son ideologizantes. En la versión amarillista de Javier Alatorre, vocero del dueño de TV Azteca, se advierte a los padres de familia sobre el peligro del adoctrinamiento comunista por medio de los libros de texto gratuitos.
Asegura también el vocero de Ricardo Salinas Pliego que “los manuales que utilizan los maestros para la educación de los niños están en contra de la libertad y pretenden que no lean, no aprendan matemáticas, lógica, ciencia, ni ética o historia sin distorsiones”; y por si fuera poco “ataca a los comerciantes, a las pequeñas empresas y a los changarros, es la punta de lanza para el hambre, el desabasto, la ignorancia y la sumisión; acaba con las oportunidades de tus hijos, atenta contra la religión y la unidad familiar”.
Claramente esta es una exageración, un bombardeo ideológico desmedido de la ultraderecha que cree que los padres de familia son unos imbéciles para ser asustados con el espantajo del comunismo, justo cuando la flor del socialismo se secó desde el 9 de noviembre de 1989, con la caída del Muro de Berlín.
Pero, como lo más probable es que la SCJN se pronuncie a favor de los impugnadores de los libros de texto (eso es lo que dicen las señales del oráculo de Delfos, el conocimiento y comprensión del derecho ya no sirven para predecir las decisiones judiciales), anticipo que en los libros de texto gratuitos sí hay cierta dosis de ideología y no pocos prejuicios.
¡Pero, mucho ojo! No solo en los libros de texto sino en todos los libros que abordan problemas científicos y filosóficos hay dosis de ideologías y prejuicios. Pues algo que deberían de saber los puros de alma y conciencia, es que a la ciencia le acontece lo mismo que al trigo con la cizaña.
En efecto, en el caso del pensamiento religioso, según la parábola del trigo y la cizaña (Evangelio Mt. 13,24-43), donde hay trigo hay cizaña; y en el caso del pensamiento científico, donde hay ciencia hay ideología.
Efectivamente, la diferencia es que en el caso del pensamiento religioso, el bien (el trigo) y el mal (la cizaña) aparecen como necesariamente antagónicos; pues fue la maldad inspirada por el diablo la que indujo a sembrar la cizaña al lado del trigo, en tanto que en el caso de la ciencia y la ideología, aunque la dosis ideológica se haga de manera consciente, no necesariamente es la maldad la que induce a introducir cierta dosis de ideología en un texto (o discurso) científico, la mayoría de las veces la dosis ideológica de un libro de texto, introducida conscientemente, se hace porque se cree que es lo mejor para todos.
Los libros de texto elaborados por los gobiernos priistas tuvieron una dosis ideológica, también los elaborados durante los gobiernos panistas de Fox y Calderón. Lo mismo ahora en el actual gobierno, consciente o inconscientemente hay dosis de ideologías y prejuicios. Pero no hay que olvidar una cosa: los profesores, que no son autómatas para repetir letra por letra y acríticamente dichos libros, son quienes en cada clase que imparten le dan el toque final a los planes y programas de estudio.
Por cierto, la Constitución también establece que “garantizada por el Artículo 24 la libertad de creencias, dicha educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa”. Y como sabemos, este principio normativo de naturaleza constitucional en materia educativa no se respeta. ¿Y qué dicen de eso los impugnadores de los libros de texto?