La racionalidad científico-filosófica coincide con la religión en que el amor y la justicia son dos valores intrínsecamente entrelazados. En consecuencia, salvo excepciones, donde hay amor, hay justicia.
Esto es así porque el amor, como capacidad comprensiva (ingenio para entender y empatizar con las emociones y experiencias de otros) y de comprensión (destreza y habilidad para procesar información y conceptos en situaciones específicas), es esencial para interpretar correctamente la ley. La justicia, por su parte, busca crear un equilibrio para posibilitar a todos el acceso a lo justo y necesario.
Paul Ricoeur sostiene que estos dos valores, aunque complementarios, pueden generar tensiones. La justicia, dice, puede manifestarse como una forma de amor institucionalizado, expresando preocupación por el bienestar de todos. Añado: también puede reflejar odio, resentimientos y prejuicios negativos de jueces banales.
La narrativa bíblica también muestra este vínculo indisoluble: “El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra” (Proverbios 21:21). Y en el Salmo 33:5 dice: “El Señor ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de la misericordia del Señor”.
Aunque no de manera necesaria, la díada amor y justicia se relaciona al problema de la verdad. No es así en la narrativa bíblica. Por ejemplo, cuando Jesús de Nazaret admite que era un Rey, respondió a Poncio Pilato: “Yo he nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la verdad”. Pilato interroga de nuevo: “¿Qué es la verdad?”.
El Justo responde: “Tú dices que soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37). Pilato no entendió por qué Jesús se refería a una verdad divina que rige en el reino de los cielos, donde justicia, amor y verdad son una sola cosa.
En la tradición de la cultura occidental no es así. La díada amor y justicia no siempre coincide con la verdad. El Nazareno murió crucificado por su idea de justicia basada en el amor. Mucho antes Sócrates murió por su idea formalista de verdad bebiendo la cicuta.