Para evitar los abusos de poder y posibilitar un diálogo racional entre los Poderes de la Unión: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, la teoría de la división de poderes de Montesquieu, recogida por el constitucionalismo mexicano desde 1824, prohíbe la concentración de poderes en una persona o en una casta.
Sin embargo, en Nuevo León esta prohibición es letra muerta. Ello debido a que en las elecciones de 2015 ganó un candidato independiente, El Bronco; pero este no ganó ni un solo diputado. Por supuesto, si hubiera capacidad para el diálogo todo marcharía bien.
Algo parecido aconteció en las elecciones de 2021 al MC con su candidato a la gubernatura. Con amplio margen ganó Samuel García, pero el MC solo ganó 9 diputados.
Aprovechando esa situación, la casta divina bautizada con el nombre de PRIAN convirtió el Congreso del Estado, desde octubre de 2015, en un coliseo desde donde, además de concentrarse dos poderes en uno: el Legislativo y el Judicial, se proyecta a los nuevoleoneses, en vez de buenas leyes: circo, maroma y teatro.
Y ahora resulta que el PRIAN, además de tener secuestrada la justicia desde que el 1 de agosto de 2021 designó como presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE) al político Arturo Salinas Garza, sin haber ganado la elección de gobernador del 2023, echando mano de su alfil en la presidencia del TSJE, le agandalló la gubernatura a Samuel García Sepúlveda.
En efecto, el pasado miércoles, el ahora ex presidente del TSJ, Salinas Garza, fue designado gobernador interino por el Congreso, incluso se le tomó la protesta inmediatamente después de que García Sepúlveda solicitara licencia al Congreso para competir por el MC por la Presidencia de México.
El ambicioso político que de líder del PAN llegó a diputado, después a juzgador y ahora gobernador interino, es conocedor de leyes. Sabe bien que su obediencia al PRIAN, para saltar del TSJ a titular del Ejecutivo, viola la Constitución. De ahí que si la justicia llegara en este feo asunto, Salinas Garza debería quedarse con ninguna de las dos tortas. ¡A leguas se ve que su vocación no es la justicia!
