En el proceso electoral que hoy vivimos se advierten tres grandes vicios que de años atrás hemos venido arrastrando; solo que hoy se han agravado: el saltadero de un partido a otro en busca de asegurar una candidatura, lo que en el argot popular se conoce como chapulineo; la selección de los candidatos con base a su fama, no a su capacidad; y, como consecuencia de fijarse solo en la fama, no en el perfil idóneo para el cargo que se ha de desempeñar, el arribo a la arena política de una plaga de famosos que nunca en su vida se imaginaron ser funcionarios públicos.
¡Ah qué difícil es decir no a la oportunidad que llega sin esperarla!
El único que recuerdo que dijo no, cuando el PRI le ofreció la candidatura de Guadalupe, es Eloy Cavazos. Fue hace unos 20 años. No se me ha borrado de la memoria este hecho porque es rarísimo que en nuestro medio un regalo de esos se rechace.
Eloy Cavazos dignamente dijo: “No, muchas gracias, yo lo único que sé es de toros, de administración pública no sé nada”.
Por supuesto, en la historia de los famosos hay algunos que han destacado en la política, tal es el caso de Jorge Negrete, quien creó el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica de la República Mexicana. Actualmente se han distinguido por su preocupación en la cosa pública los actores Damián Alcázar y Mauricio Martínez, este último ha convocado a que no se vote por los famosos solo porque son famosos.
Un caso patético es el de Paquita la del Barrio, quien al ser postulada como precandidata a diputada por uno de los distritos electorales del estado de Veracruz, no tuvo empacho en declarar: "Estoy aquí por amor, porque así me nace. ¡Yo no sé a qué vengo aquí! ¿Me entendieron? Yo solo sé que hay personas detrás de mí que son las que me van a enseñar a manejar este asunto".
Detrás de Paquita están formados en espera de una candidatura a un cargo de elección popular, también sin saber nada, Vicente Fernández Jr., Carlos Villagrán Eslava, mejor conocido en el medio de la farándula como Quico; la actriz Malillany Marín y, entre muchos otros, “El Abuelo” Cruz.
Y en tanto que los famosos tienen asegurada su candidatura solo por el hecho de que sus nombres están en la memoria de los ciudadanos en el momento en que contestan la llamada telefónica del encuestador, los aspirantes a cargos públicos que sí poseen capacidad para el desempeño en la función pública solo tienen como aliada a la suerte.
Tales son los casos en Nuevo León, por ejemplo, de los morenistas Irgla Guzmán, Juan Manuel Alanís y el ex priista Rafael Páez, aspirantes, respectivamente, a las alcaldías de Sabinas Hidalgo, Allende y Santiago. Irgla procede de una familia de luchadores sociales, su desaparecido padre, José María Guzmán Guadiana, fue un distinguido profesor universitario que participó en el movimiento por la autonomía universitaria; ella es promotora sociocultural en las áreas de desarrollo humano y, desde hace unos 20 años, participa en el Club de Damas de Sabinas Hidalgo.
En cuanto a Juan Manuel y Rafael Páez, el primero tiene arraigo en Allende por haber sido regidor y presidente de la Canaco de dicho municipio; y el segundo, también con arraigo en su tierra, fue alcalde de Santiago por el PRI en el periodo 2006-2009.
Estos tres problemas son graves, pero mucho más grave es aún el del chapulineo porque deja a los sufragantes en estado de incertidumbre.
Un partido no es solo un medio para que los ciudadanos accedan a los cargos públicos, como ahora se les mira por la plaga de chapulines priistas y panistas que saltan a Morena; un partido es, antes que todo, una tradición compartida por ciudadanos que han hecho su propia historia, tradición en la que como factor principal de cohesión de los militantes son los valores y principios compartidos, con base a los cuales el sueño común es ganar la elección para realizar proyectos políticos específicos.
Hoy día el partido político ha perdido su significado. El empecinamiento de la alianza PRI, PAN, PRD por ganar al precio que sea el mayor número de gobernadores y la mayoría de la Cámara de Diputados ha originado que los aspirantes a cargos públicos que fueron marginados por sus partidos para los reacomodos entre el PRI y el PAN, sin pensarlo saltan a Morena.
Tales son los casos, por ejemplo, del panista Víctor Fuentes en Nuevo León, y del también panista Xavier Nava en San Luis Potosí; ello sin importar que en sus momentos de gloria le juraron odio eterno a Andrés Manuel.