Política

Contra los promotores del tabaquismo

En la época actual impera la idea de que la autonomía de la persona no debe ser afectada, porque es parte esencial de la dignidad humana. Y que incluso, en algunos casos de conciencia, la soberanía de la autonomía de la persona debe colocarse sobre la soberanía del Estado. Así que, si alguien quiere morir como consecuencia del tabaquismo, muy su gusto.

Siempre y cuando se no afecte a otras personas...

El fumador activo, con fundamento en la autonomía de su voluntad, tiene derecho a decidir ampliar las posibilidades de que su muerte sea consecuencia de un cáncer; de una cardiopatía isquémica o de alguna enfermedad cerebro-vascular; o de una grave infección de las vías respiratorias, etc.

Tiene derecho, también, a decidir disminuir su calidad de vida y restar aceleradamente hojas a su calendario de vida; pero a lo que no tiene derecho ningún fumador, ni ningún promotor del tabaquismo (por mucho poder que tenga a través del dinero o cualquier otro medio que produce poder), es poner en riesgo la vida de los demás.

Por eso el Estado, como garante de la defensa del interés general, asimismo de la voluntad particular que no produce un daño social ni a otras personas, debe imponer restricciones a los fumadores y a las empresas productoras de tabaco y el tabaquismo.

Y es el caso que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el costo del tabaquismo en México es padecido por más de 11 millones de personas; y su costo social, tan sólo en términos económicos, asciende anualmente 80 mil 655 millones de pesos.

Esto, sin considerar que los once millones de adictos al tabaco afectan a otros 10. 9 millones de mexicanos, a quienes convierten, en contra de su voluntad, en fumadores pasivos, entre quienes sobre salen los familiares de los fumadores y compañeros de trabajo.

¿Pero, hay alguien que gane algo con la promoción del tabaco y el tabaquismo? Sí, principalmente los industriales del tabaco; quienes, por medio de diferente tipo de publicidad, buscan incrementar el número de fumadores. Y si estos se transforman en fumadores compulsivos, mucho mejor.

Un fumador compulsivo es un esclavo de los miles de elementos químicos que se generan en el proceso de combustión del cigarro, a partir de los componentes originales que contiene la planta de tabaco. El fumador compulsivo siente que se asfixia si falta a su alrededor humo de tabaco, olvida que tiene encendido un cigarrillo y enciende otro, lo primero que hace al levantarse por la mañana es encender un cigarro...

El fumador compulsivo es agresivo, no respeta el derecho de los no fumadores, no le importa quién esté a su lado, a todos fumiga con humo de cigarro y, por lo general, en México, los fumadores pasivos son pasivos también en la defensa de su derecho a no tragar humo de cigarro en contra de su voluntad, no dice nada, se aguantan...

No es como en los Estados Unidos, por ejemplo, donde echan a un fumador cuando osa fumar en lugares no permitidos.

Así las cosas, apenas en mayo de 2008 inició la vigencia de Ley General para el Control del Tabaco; y ahora, en contra de dicha disposición federal, la mayoría del Congreso del Estado opta por dar reversa en la legislación estatal a las restricciones impuestas a los fumadores. Esperemos que el gobernador haga uso de su derecho de veto para que no permita fumar en lugares cerrados; pero si no fuera así, los ciudadanos tenemos el derecho a recurrir al amparo contra una ley que atenta contra la salud pública.


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Efrén Vázquez Esquivel
  • Efrén Vázquez Esquivel
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  • El autor es director científico de la Academia Mexicana de Metodología Jurídica y Enseñanza del Derecho, AC.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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