La consolidación de un proyecto político nacional como la 4T y Morena no es solamente una moda sexenal, representa el nacimiento de la corriente ideológica más importante del siglo en México y América Latina: el obradorismo.
No hay hasta ahora algún referente que se le asemeje en ningún país que haya vivido una transformación democrática como la mexicana. Ni Chile, Colombia o la propia Argentina cuentan con el respaldo social y económico que se ha consolidad en casi seis años en la capital de la cultura azteca.
Si bien no todo es política en México, todo pasa por las manos y decisiones de los líderes que gobiernan y administran estados y los recursos públicos, por eso es tan importante que quienes estén detrás de dichas determinaciones, sean personas con una visión política a futuro en la que destaque su capacidad de tener empatía con las causas sociales.
Si no existe la consideración para el semejante, no habrá forma de que el funcionario en turno sea un activo de la transformación; podrán pasar los años y miles de esfuerzos y nada cambiará si no se pone el pueblo primero.
Los precandidatos de Morena y partidos aliados, deberían conocer el trasfondo del obradorismo, no es tan difícil, únicamente deben dejar de lado la mayoría de pretensiones personales e intereses económicos para ponerse al servicio de la ciudadanía; quien vea esto como un obstáculo o impedimento moral, no está listo para el servicio que se requiere en el llamado segundo piso de la 4T.
Por otro lado, en el frente Fuerza y Corazón por México, el nombre da la pinta de ser todo lo que la 4T busca enarbolar, pero pasa a ser lo contrario cuando vemos al PRI, PAN y PRD pasar de políticos a odiadores profesionales.
Hace falta mucha empatía de quienes aspiran a cargos de elección para con la ciudadanía, se debe revisar de nuevo y cuantas veces haga falta, los conceptos originales que dieron paso a la 4T, así como a los partidos de oposición en el país, todos contienen el mismo elemento: la ayuda y vocación de servicio para la gente.
No es fácil llegar a un cargo, por lo que se deberían cuidar más las formas y acciones para no seguir desacreditando el oficio del voto.
