El rubro de la salud pública representa quizá el mayor de los retos para todo gobierno del mundo. En México, la calidad de atención siempre ha sido deficiente y en los estados se presenta en diversos niveles, casi siempre de mal en peor.
La pandemia vino a modificar conductas sociales y presencia de enfermedades, aumentando la carga de trabajo en clínicas y hospitales del sector gubernamental, que son las que más atienden a la gente que por falta de recursos satura prácticamente todos los consultorios y áreas de urgencias del país.
En crisis permanente, la atención médica tanto pública como privada presenta diversos panoramas que afectan directamente a la calidad de vida de los habitantes.
En Hidalgo hay dos ejemplos claros en un solo día. Una desgracia lo ocurrido ayer en el Issste en Pachuca, donde una persona perdió la vida tras esperar por atención en el área de urgencias, donde previamente había sido valorado y tuvo que permanecer por espacio de dos horas hasta que convulsionó y minutos después falleció.
La delegación del Issste informó que se deslindarán responsabilidades y se abrirá una investigación para poder determinar las causas del suceso.
En otro ejemplo, la realidad del Hospital Materno-Infantil de Pachuca, una obra donde se invirtieron más de 100 millones de pesos y que entregó el gobierno anterior a días de terminar el sexenio, y que en días pasados fue denunciada por la administración en turno por presentar fallas en su edificación. En ambos casos los afectados son los derechohabientes del servicio médico, quienes tienen que padecer los estragos de las políticas que mantienen sumido de forma permanente al sector Salud en desorganización, falta de recursos, poco personal, desabasto de medicinas, y un sinfín de calamidades que solo en ciertos países nos pasa.
Eduardo GonzálezTwitter: @laloflu
