El próximo 30 de agosto la Secretaría de Educación Pública ha pedido a todas las escuelas del país iniciar el curso 2021-2022 de forma presencial.
La medida jamás ha sido aceptada del todo, aunque se diga que se va a pensar o analizar o a discutir con madres y padres de familia. La realidad es que nadie quiere enviar a sus hijos al colegio con la pandemia encima.
Sí, hay gente en las calles, hay plazas y negocios, comercios y cines, restaurantes con familias, pero se les olvida a las autoridades del gobierno federal que son los padres o tutores los que se encargan el cuidado y la salud de los menores si es que salen en plena pandemia.
Si están en la calle dos o tres o cuatro horas, es pleno deber el adulto hacerse cargo. Si presenta síntomas un niño, es su obligación darle la atención adecuada.
En cambio al dejarlos en las escuelas, los menores están a cargo de los docentes, de las enfermeras escolares, de los médicos en los colegios, ¿acaso no ven el tamaño de problema que se están comprando? Se entiende que el camino para combatir el rezago educativo será tremendo, una empresa de las más difíciles en la historia moderna, que quizá tengamos que esperar una o dos generaciones más para poder recomponer el rumbo, pero ni siquiera eso vale la vida de las niñas y los niños de México, ni la de los maestros.
No hay un solo médico, ni uno solo y he consultado a bastantes, que haya escuchado que esté de acuerdo con el regreso a clases de forma presencial. Y no es que sean opositores a la 4T, sino que saben que los efectos de las vacunas son temporales, que la pandemia está cambiando por las variantes de cepas virales, porque los docentes pueden ser los primeros en morir en la siguiente gran ola de contagios.
Por desgracia no podremos saber qué ocurrirá, pero lo que sí podemos hacer es tomar la decisión sobre si se mandan a los niños a clases o se toman virtuales hasta que se aminore el riesgo.
Twitter: @laloflu
