Integrantes de la Banda Sinfónica del Estado de Hidalgo protestaron para exigir la renuncia de de su director, Marco Antonio Orozco, a quien acusan de diversas situaciones al interior de la agrupación, entre ellas el trato y la relación que existe entre músicos y el directivo.
La manifestación fue pacífica y muy apegada a la cultura, con música, piezas clásicas de viento y orquesta, al exterior del Centro Cultural del Ferrocarril, todo un cliché emblemático, pero que no por eso debe ser tomado a la ligera.
La cultura en Hidalgo siempre ha sido un tema donde unos pocos han sacado tajada, se han servido por varios años y luego se han ido sin dejar rastro alguno; los más avezados e inteligentes, han tenido a bien compartir la experiencia y legado mediante producción cultural con literatura, obras de teatro, exposiciones y gestión de recursos. Los menos, solo han dejado su huella en los registros sin pena ni gloria. Tan solo recordar el sexenio del ex gobernador Francisco Olvera donde se fusionó Cultura y Turismo como si de un producto de mercado se tratara. Este tipo de decisiones han venido empañando a la administración de recursos culturales, entre ellos, la Banda Sinfónica del estado, la más antigua y que debería ser revisada a profundidad, ahora por la nueva administración.
En contraste, tenemos ejemplos en municipios como Nopala de Villagrán, donde se ha conformado la Orquesta Escuela Vicente Villagrán con estudiantes que han sido invitados para poder tocar en Viena, Austria, que es la capital de la música clásica a nivel mundial. Hasta el momento la escuela Orquesta Vicente Villagrán cuenta con 160 niños inscritos que son instruidos de manera profesional en la música y percusiones de manera gratuita, ha sido tanto el reconocimiento que tienen en la región que ya cuentan con alumnos de los municipios vecinos como Tecozautla, Huichapan, Chapantongo, Alfajayucan y Tepeji del Río. Dos ejemplos de gestión cultural, saquen sus conclusiones.
Eduardo González
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