Que vaya brete en el que decide Maurilio Hernández meter a su partido. Resulta extraño que un hombre tan sensato y con conciencia ideológica de izquierda, llamando a la unidad esté tomando un papel de discordia, y a tal nivel. Porque una cosa es su legítima aspiración a conservar el cargo propio y el estatus de grupo, y otra desdeñar -aún sutilmente- la postura y peso partidista del mando estatal que la propia 4T encumbró en el Ejecutivo. Delicado, muy delicado.
Que por cierto, para definir el mando parlamentario morenista que inicia en septiembre, se está dando otra situación inusitada: ahora resulta que las fracciones del Partido del Trabajo y del Partido Verde podrían tener un papel primordial. La chiquillada es parte de la manzana de la discordia y, para no variar, quien les prometa más será el beneficiario de sus simpatías. Presidencias de Comisiones, direcciones y hasta chambas menores podrían terminar en sus respectivos morrales casi sin despeinarse... ¿no le pierden?
Que no es caso único, dicho sea de paso, aquello del jaloneo por las “curules grandes”. La coordinación de la minibancada del Sol Azteca también está en la tabla por los vientos de renovación, y la del tricolor navega en las aguas turbulentas de la política nacional porque, si las cosas no han cambiado, requiere la bendición de la dirigencia estatal, que en la adversidad tiene firme el timón y está muy echada pa’lante.
Lo que el principal perfil aspirante tiene en su favor es que cumplió una misión electoral de mayoría que se veía más imposible que película de Tom Cruise.
Que vientos y vendavales pasan, pero la mandataria estatal opera con tranquilidad la política mexiquense paralelamente a los grandes temas que aprecia la ciudadanía, y cada vez se le ve más encanchada y satisfecha. Como ayer, que atendió el tema de la protección a los animales, asunto que además le apasiona y compromete. Queda claro que está, para que lo entiendan, en contra de las irracionales peleas clandestinas.