El cambio en el Código Civil sobre el matrimonio para que avale la unión de dos personas de cualquier sexo, la prohibición de las torturas y prácticas homofóbicas disfrazadas de “terapias de conversión” y la reforma para respaldar la identidad de género -aunque dejaron fuera a las infancias trans-, representan un enorme paso para construir una sociedad más igualitaria y pacífica.
El pasado jueves, Jalisco se terminó de pintar de colores, y eso de ninguna manera atenta contra la ética o la familia, como dicen opositores que basan sus argumentos en creencias religiosas que no tienen cabida en la legislación.
Con la aprobación de la agenda LGBTQ+ no se vulneran los derechos de las niñas y los niños, al contrario, se les garantiza que cuando crezcan podrán celebrar su amor, independientemente de su preferencia sexual, y que si un día descubren que su bandera es arcoíris, pueden arroparse en ella y sentirse protegidos.
“Si se casan, van a querer adoptar, y hay que proteger a los niños”, se quejó uno de los manifestantes del Frente Nacional por la Familia el miércoles afuera del Congreso -cual “Elena Alegría” de Los Simpson-; y ojalá que sí, que se abra esa puerta para que los menores que siguen bajo resguardo del Estado tengan la posibilidad de crecer como parte de una familia, esa que le han negado durante tanto tiempo los prejuicios y la discriminación.
Por eso, quienes se oponen al matrimonio igualitario no están a favor de la niñez, sino que la utilizan como pretexto para difundir sus discursos de odio.
Para erradicar la violencia contra la población LGBTQ+ es fundamental reconocer sus derechos civiles y así materializar su integración social; porque el mundo es diverso y multicolor, y eso debe reflejarse en las leyes de una entidad democrática y humana.
Jalisco ya está en el camino, y aunque hay que celebrar las reformas también se debe reconocer que todavía hay pendientes y se quedaron cortos en las sanciones a quienes practican las mal llamadas “terapias de conversión”. Ahora vamos por el resto del país para que se pinte de arcoíris, les guste o no a los presuntos defensores de la familia y la niñez.
Dora Raquel Núñez
