Merece apoyo social el esfuerzo anunciado por el gobierno, un grupo de los principales empresarios del país y algunas organizaciones del sector privado para tratar de contener la inflación y la carestía.
Al inquilino de Palacio no se le vio, en la ceremonia, insultando a la otrora “minoría rapaz, corrupta y depredadora”; ahora son “mexicanos con un alto sentido social”, que apoyan, entusiastas, su proyecto “transformador”.
Pero los caminos de ambas partes están bifurcados, y su pragmatismo las lleva, afortunadamente, a no romper lanzas sino a jugar el juego de Juan Pirulero, ese en el que cada quien atiende a su juego. Así se la han llevado: unos, soportando injurias, arbitrariedades y… ¡recibiendo contratos!; el otro, viendo conspiraciones y escuchando murmuraciones y trompetillas; y, cuando conviene, aparecen los arrumacos.
Debe reconocerse, también, el esfuerzo gubernamental al subsidiar combustibles y electricidad, así como los topes al gas (?), con un gasto tal vez superior a los 600 mil millones de pesos.
Ahora bien, si el acuerdo en comento es sólo un paliativo frente a la inflación y, además, es de carácter voluntario, y únicamente se refiere al 46 por ciento de la canasta básica, el gobierno está tomando el rábano por las hojas.
Debe reconocerse que nuestra grave crisis económica no ha sido provocada únicamente por la pandemia, la invasión de Rusia a Ucrania y otras causas exógenas, sino por cuestiones internas, de gran magnitud, que por años se han soslayado.
Algunos ejemplos:
1) Mientras el crimen organizado expolie y mate a productores del campo y a comerciantes, el impacto en los precios de bienes y servicios seguirá siendo mayúsculo.
2) Mientras se asesine en las carreteras a un promedio diario (según se dice) de seis choferes, y les roben las mercancías, los precios seguirán incrementándose.
3) Mientras se sigan permitiendo los bloqueos de carreteras y vías férreas, durante días o meses si así lo deciden los delincuentes, las pérdidas multimillonarias seguirán a cargo de los consumidores.
4) Mientras las aduanas del país sigan siendo nidos de ineptitud y corrupción, la ruina económica seguirá garantizada.
Por eso y por mucho más debemos exigir a su Alteza Pequeñísima que ya gobierne, y que gobierne bien; que se quite de embustes y distractores que le sirven para culpar de todo al pasado (si por decreto vuelan aviones en Santa Lucía y hay tragedias, ¿serán culpa del neoliberalismo?)
Debemos exigirle que no siembre más división y odio entre los mexicanos, que no siga injuriando y mintiendo, que no diga tantas burradas, y que deje de ser el hazmerreír en el mundo entero.
Las condecoraciones que está recibiendo son protocolarias, las mismas que han cruzado los pechos de algunos sinvergüenzas, y no lo eximirán
de responder aquí por sus innumerables fechorías.
Diego Fernández de Cevallos