Con motivo del trámite legislativo que desechó la reforma constitucional en materia eléctrica enviada por el Ejecutivo, debemos reconocer el mérito de los partidos políticos PAN, PRI, PRD, y MC: plantaron cara al gobierno y no se dejaron amedrentar, atendieron a las opiniones más calificadas en la materia y honraron a cabalidad el nombre de su alianza o coalición: Va por México.
Es verdad que el camino que facilitó esa unión opositora lo pavimentó el autor y promotor de la iniciativa. El torrente de injurias, bravatas, amenazas, burlas y sandeces que vomitaba todos los días desde Palacio Nacional en contra de quienes opinaban diferente y de los que tenían en sus manos validar o mandar a la basura la tal iniciativa, fue determinante.
En términos rancheros, se echó el caballo encima. El resultado es conocido, le dieron una agüita de su propio chocolate, le dijeron ¡tenga para que aprenda, y en su rancho se entretenga!
Pero más allá del merecido soplamocos que recibió el pendenciero, los diputados opositores lograron acabar con el mito de que Tartufo (su Alteza Pequeñísima) es invencible. Eso es de capital importancia para millones de mexicanos que estamos dispuestos a seguir enfrentando sus cotidianas tropelías. Está claro que no luchamos en contra de una fuerza mayor e irresistible, sino de un impostor enfermo, insuflado y pernicioso. Su verdadero poder es del tamaño del miedo que muchos le tienen, y como se le acabó el mito ahora se refugia en el mitote.
Sin embargo, su pequeñez es directamente proporcional a su maldad, y eso lo hace sumamente peligroso, sobre todo por el lumpen que lo rodea, porque se sabe derrotado y avanza inexorablemente su autodestrucción. Cuando él y los suyos califican de traidores a la patria a los disidentes, evidencian la barbarie que han puesto en marcha. Olvidémonos de elecciones libres y democráticas. Ellos, con la ley o contra la ley, se sienten obligados moral y políticamente a salvar a México. No les perdonará la Historia que dejen el gobierno en manos de “traidores”. Ellos o el caos.
Cuanto hace el sátrapa lo justifica porque él encarna a México, piensa por México y decide el bien de México. Sus seguidores tienen prohibido pensar, decir y decidir, su lealtad debe ser ciega y reptante. Los que pensamos, decimos y decidimos en libertad somos el anti-México. Así de repugnante.
Y al estar vedada la competencia en la diversidad, porque este pútrido gobierno todo lo ha reducido a matar o morir entre “buenos y malos, patriotas y traidores”, los opositores debemos estar fuertemente unidos, despojados de apetitos y vanidades, respondiendo golpe por golpe, pero, sobre todo, proponiendo de cara a los ciudadanos la manera inteligente y viable de enfrentar los grandes desafíos nacionales.
La oposición debe merecer ser la opción.
Diego Fernández de Cevallos