Política

El poder sin honor es bajeza

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Es del dominio público mi respeto y gratitud inveterados a nuestras fuerzas armadas, porque en ellas (no obstante las desviaciones de algunos elementos) han prevalecido el honor, el valor y el sacrificio al servicio de México, no de los gobiernos en turno; por eso mi indignación ante el execrable y contumaz comportamiento del actual Secretario de la Defensa Nacional.

Sí, el 20 de noviembre del año pasado, sin ningún pudor, con uniforme de gala y con voz de mando, convocó a los mexicanos a sumarnos a la pútrida “Cuarta Transformación”, y trocó su calidad de Secretario de la Defensa Nacional por la de vil matraquero y propagandista de la facción encaramada en el poder político.

Esa proclama implicó deshonor para él, deshonra para la institución a la cual indignamente pertenece, y demostró no ser un verdadero militar sino un militante de facción. Tal proceder no le permite ostentarse legítimamente como mílite, ni, mucho menos, como Secretario de la Defensa Nacional. El imperio de la ley y la ética de la milicia se lo impiden.

Además, hace días violó su deber de rendir cuentas ante la Cámara de Diputados, pretextando mentirosamente, a través de su vocero, el Secretario de Gobernación, haber recibido de un diputado una carta “irrespetuosa”, lo cual quedó desmentido con la publicación de la referida misiva.

Para mayor afrenta al uniforme y condecoraciones, últimamente compareció en sepulcral silencio ante el Senado, acompañado del Secretario de Marina y el Comandante de la Guardia Nacional (también afónicos) como meros escoltas, edecanes o chambelanes de Rosa Icela Rodríguez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana. Así, en penoso silencio y con soberbio desafío, tales personajes se sobrepusieron a la ley y al Poder Legislativo. Al final abandonaron el recinto, tan campantes y sin chistar ante los durísimos y valerosos cuestionamientos hechos a Luis Cresencio Sandoval por los senadores Lilly Téllez, Germán Martínez y otros.

Sin duda, la manera más rápida y eficaz para corromper a un ejército es llenarlo de dinero, obras y actividades propias de las autoridades civiles, sin exigirle rendición de cuentas. En esas estamos. Ese paso lo ha propiciado, para desgracia de México, el rey del encono, la ineptitud, el saqueo, la traición y… “del cash”.

El ya corrupto poder político recibido por Tartufo lo ha entregado, más podrido, a la milicia, con poco rescatable para quien resulte próximo titular del Ejecutivo federal; y lo más doloroso es observar a muchos millones de mexicanos brutalmente empobrecidos y recibiendo migajas; a otros, escondidos debajo de las piedras; y a otros más, indiferentes, como si los grandes desafíos nacionales no empeoraran día con día.

Cuando los altos mandos militares no se someten a la ley sobrevienen la rebelión y la barbarie.

Diego Fernández de Cevallos

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Diego Fernández de Cevallos
  • Diego Fernández de Cevallos
  • Abogado y político mexicano, miembro del Partido Acción Nacional, se ha desempeñado como diputado federal, senador de la República y candidato a la Presidencia de México en 1994. / Escribe todos los lunes su columna Sin rodeos
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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